Como estoy en plena inmersión en el mundo de Rohmer y veo que “Les rendez-vous de Paris” (“Tres romances en París”, Éric Rohmer, 1995) está a sólo unos días de desaparecer de Mubi, me lanzo a volverla a ver, antes de que sea demasiado tarde. No decepciona: al contrario, consolida mucho de lo aprendido sobre el cineasta en este tiempo de lecturas de todo tipo.
Son tres capítulos rodados en la época de los Cuentos de las Cuatro Estaciones, cada uno de ellos ejemplificando la forma de hacer de Rohmer, que venía pensando y trabajando en ellos desde tiempo atrás:
-Les rendez-vous de 7 heures
-Les bancs de Paris
-Mère et enfant 1907
Nacieron del trabajo acumulativo de Rohmer, que tomaba té frecuentemente en su estudio con muchos jovencitos (preferentemente del género femenino), hablando de todos sus intereses, y guardaba en un cajón sus datos principales, para lo que pudiera ser. Las dos primeras historias nacen del encuentro con una chica de éstas y las historias que en su día le explicó. Igual que las actrices que intervienen.
Posiblemente como desahogo del (relativo) corsé de los cuentos de las estaciones, están rodados de forma libérrima, con un equipo mínimo, hasta con la ligera cámara escondida entre la gente, para pasar desapercibidos.
Todos ellos demuestran eso de la impronta que el paisaje, el entorno de los personajes tiene sobre ellos, pero eso se aprecia sobremanera en el primero, en el que las dudas que se han despertado en la protagonista, que empieza a sospechar de la fidelidad de su novio, son expuestas en el apartamento de una amiga, que sufre el agobio de unas ruidosas construcciones vecinas.
Si Rohmer confiesa que necesita siempre en sus películas de una maquinación, mantenida en un segundo plano, en estros tres cortos cuentos nos encontramos con el esqueleto del relato en esencia, sin carne en exceso nunca sobre esa osamenta.
En ellos está casi todo Rohmer: el azar, la fidelidad, los desplazamientos de los personajes mientras hablan (sobresaliendo en el segundo, con esos posibles futuros amantes citándose de parque en parque parisino), los diferentes orígenes geográficos en que viven y quieren vivir, el referente clásico (la explicación de la estatua representando la Fábula de Polifemo y Galatea), los encuentros casuales,…
El más complejo de todos, el de ese pintor al que le solicitan hacer de cicerone a amigas turistas, y abandona a una por su encuentro fortuito con otra visitante del Museo Picasso, tiene hasta cierto resabio de revisitación y regla del nueve de los cuentos morales.
Una fuente de placer inagotable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario