Aunque yo mismo diga que no debe hacerse caso de las consideraciones establecidas, lo cierto es que en general, si los criterios están asentados, por algo será.
Pese a la lógica aplastante de lo anterior, me lancé a ver “Le vieil homme et l’enfant” (Claude Berri, 1967, grabada de TV5Monde y en el catálogo de Filmin), aún sabiendo que era una película de enorme popularidad en Francia, que por fuerza iba a ser de esas acarameladas, que de tanto que hacen reír y llorar, conquistando el corazón a un montón de almas cándidas y te hacen por tanto huir escopeteado.
El tema se presta a lo anterior. Para preservar la seguridad de su hijo en la Francia ocupada durante la II Guerra Mundial, un matrimonio judío lo manda a vivir al campo, dejándolo al cargo de un viejo ultramontano, partidario de Petain y enemigo acérrimo de los judíos.
Debía sopesar si podía desequilibrarse la balanza de la báscula favorablemente si en un platillo estaba el bueno de Michel Simon y en el otro, además de esa imposible historia, Claude Berri, realizador de unas peliculas tan blandas que por eso no podia más que ser despreciado por su cuñado Maurice Pialat.
Aunque en un primer momento acudió inesperadamente en ayuda del primer platillo el ver que Georges Delerue estaba a cargo de la música, pronto la cosa se decantó hacia el otro lado: Michel Simon, ya muy viejo, no hacía más que imitarse a sí mismo, sin freno alguno y, por otro lado, la historia era francamente indigerible, llena de lugares comunes por todos lados.
Pero antes de la aparición de Michel Simon hay unas pocas escenas que me hicieron gracia: la primera imagen es de una de ellas. A Claude, el niño judío, y a su amigo se le van los ojos en una tienda ante un Panzer alemán de juguete, que acaban robando en las narices de un oficial de la Wehrmatch. Eso desespera a su padre, interpretado por Charles Denner, quien no sabe ya cómo hacerle entender a Claude (segunda imagen) lo dedicado de su situación.
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