martes, 15 de diciembre de 2020

Descripción de un combate

El signo que encuentra Chris Marker y convierte en emblema de su película.

Un niño, practicando una especie de Karting, desciende hacia Haifa.

Chris Marker aprovecha su paseo por las ciudades de Israel para hacer un guiño a su amiga Àgnes.

La familia árabe del final.

Y la chica judía pintando, en la que centra sus dudas y esperanzas.

Chris Marker químicamente puro, con el recitado de Jean Vilar en su banda sonora haciéndose preguntas ante lo que ve, “Descripción de un combate” (1960, en Filmin) no se contempla ahora, desde luego, como podía hacerse en su época de producción.
Visión del joven (12 años) estado de Israel, aun estaba muy cerca toda la atrocidad cometida contra los judíos en Europa y la reciente guerra tras la partición de Palestina y la retirada de los británicos el 1948, y Marker veía, entre otros signos con los que inicia su documental, el número tatuado en un brazo de un trabajador del país -terrible recuerdo de su estancia en un campo de concentración nazi- o restos oxidados de los combates.
Se hace eco de lo que conceptua como milagro en agricultura o educación, ve surgir del desierto edificios de nueva arquitectura, se pregunta, observando a las últimas generaciones de judíos preparándose en un extremo del país, qué es lo que está por venir.
Disculpa como “un sarampión bastante común, que ya pasará”, la presencia de Boy Scouts uniformados por todos lados, olvidándose de esa imagen a cambio de la de una asamblea en un Kibutz, con mujeres dirigiendo las votaciones.
Pero hasta ese momento, nosotros, que ya sabemos del desarrollo histórico de la zona, encontramos a faltar a un gran ausente: la población árabe. Es verdad que en ese momento la proporción de la población árabe en el Estado Israelí era muy, pero que muy inferior a la actual, que no había tenido lugar la guerra de los seis días y que la ciudad vieja de Israel aún no estaba bajo ocupación judía, como los asentamientos en que se introducían los Kibutz no eran, como pasó después, en los nuevos territorios ocupados a los palestinos, sino en zonas previamente desiertas. Pero aún así, ese “olvido” nos resulta atronador.
Solo por el final se habla de la necesidad de más experiencias como una cooperativa para edificaciones para árabes y el documental se centra en la entonces “minoría árabe”, que vivía en la miseria.
Es en ese momento cuando la voz de Marker, expresada por Vilar, advierte de que precisamente esa sociedad judía, por haber vivido lo que ha vivido, tiene la obligación de no ser injusta.


 

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