jueves, 18 de junio de 2020

La leyenda del santo bebedor


Grabada en la tele unos meses atrás, vi anoche “La leyenda del santo bebedor” (Ermanno Olmi, 1988), que no había vuelto a ver desde su estreno. De hecho, sólo recordaba a Rutger Hauer yendo al café de enfrente de la iglesia una y otra vez a beber unos vinos mientras espera que se inicie la misa dominical.
Habiendo conocido desde entonces mucho más a Ermanno Olmi, del que por entonces solo había visto “El árbol de los zuecos” (1978), habiendo asumido su compromiso espiritual como profundo creyente católico que tanto me alejaba de parte de su obra, habiendo, sobre todo, admirado su conmovedor homenaje a su padre en “Torneranno i prati” (2024), he sabido ahora reconocer las razones de su interés por la obra de Joseph Roth en la que se basaba, me ha gustado su forma de adaptar la historia -tan respetuosa con las miradas, los silencios, la aceptación de la inocencia y hasta de la caída en la maldad- y he participado en comunión con esa sensación de continuo vaivén entre dejarse llevar por los milagros para a continuación hundirse de nuevo hasta el fondo.

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