De una película vista hace tiempo, por mucho que te haya cautivado, se recuerda una impresión general y sólo unos pocos detalles. En el caso de "La carcoma" ("The touch", Ingmar Bergman, 1971), que hoy se ha visto en la Filmoteca, esos detalles eran en mi caso tres que, como suele pasar, mediante la revisión se han demostrado erróneos, o por lo menos algo tergiversados.
Un primer detalle correspondía a la escena inmediatamente posterior a los títulos de crédito. El personaje de Bibi Andersson, otra más de las Karin de la extensa filmografía de Bergman, iba al hospital y allí, de sopetón, se enteraba de que su madre había muerto. En mi recuerdo, abría la puerta de su habitación y veía el colchón de su cama enrollado. Ahora he visto que en realidad el médico, es verdad que no muy cuidadosamente, se lo anuncia a la cara, ella entra entonces a la habitación y está su madre en la cama, diríase que dormida, pero en realidad muerta. Pero poco importa. Lo que me atrapaba de la escena era el encadenado de planos cortos, que siguen estando ahí, que te mostraban lo que veía y lo que pasaba entonces por su cabeza, hasta hacerla llorar en un trastero: Un reloj-despertador, unas fotos familiares, unas gafas. Todos ellos objetos íntimamente ligados a la madre recién fallecida, que a partir de ahora ya dejarán de tener sentido. En un momento de esta exploración, he comprobado ahora que Karin dirige también la vista hacia el exterior, porque en estas situaciones todo se mezcla un poco, donde un autocar hace un ruido insidioso con su apertura y cierre de puertas.
Un segundo recuerdo era de la relación amorosa entre Karin y David (Elliot Gould), un arqueólogo presentado a la primera por su marido, el médico Andreas (Max von Sydow). Una relación con momentos exultantes y otros difíciles, pero de una sencillez reñida con la complejidad, me decía, que solía dotar Bergman a sus historias hasta entonces. De hecho, en el momento de su estreno, casi se defenestró a Bergman del Olimpo en el que residía. Se le acusaba de haberse vendido a la industria americana, de haberse sometido a una historia banal de adulterio, sirviéndola además con un actor de moda. Siempre tuve por la película, a la que defendía a capa y espada, un cariño especial, y la recomendaba a todo el mundo que tenía miedo de abordar una historia de Bergman, como ejemplo de que sabía y podía hacer también cine comercial. La cuestión es que, vista hoy, lo que no diría es que se trata de una historia lineal, y que tiene mucho, más allá del look internacional, de otras historias de relaciones de parejas de Bergman. El papel de Max con Sydow, o de la hermana de David, están ahí para corroborarlo.
El tercer detalle recordado era el de esa "carcoma" que da pie al título español de la cinta, corroyendo desde dentro una talla medieval. No se trata, en realidad de carcoma, aunque eso sea lo de menos, pero también el simbolismo me parece a mí que es mucho más rico que esa tonta argumentación de que era una relación amorosa que lo carcomía todo.
En esta ocasión no he visto la película desde la posición cercana que suele facilitar una inmersión profunda en lo que muestra la pantalla. Ese alejamiento me ha permitido apreciar que no iban faltos de razones los críticos con el film. Esa musiquilla de nivel de vida que acompaña las actividades y los trabajos domésticos de Karin en un par de escenas tiene, realmente, delito, y podía evidentemente enervar a más de un progre de la época, sin que le compensaran a cambio las violentas reacciones supuestamente "antiburguesas" de David.
La relación de la pareja sigue las estaciones, pero, sobre todo, tiene un inicio otoñal, por la edad que empieza a alcanzar la protagonista y como ambiente fotográfico servido por un Sven Nykvist que en esta ocasión podría, es verdad, según cómo, ser acusado en algún momento de preciosista, pero que consigue encuadres (tanto de paisaje como, sobre todo, de ambiente interior, con el matrimonio alejado entre sí, uno de los dos junto a la enorme calidez de una impresionante estantería) increíbles. El primer coito entre los amantes tiene mucho de violación, cosa que acentúa la banda sonora, en la que se oyen los trabajos de unas sierras metálicas cercanas. En un momento en que se produce una separación, vuelve a coincidir el trabajo de aserrado, de la misma forma que, al final, es el otoño el que se enseñorea de nuevo de todo.
Pero el núcleo de toda la película es ese ir y venir, esos encuentros y destrozos entre Karin y David, ese hacerse daño casi de forma enfermiza cuando podría ser toda otra cosa. En la distancia, los amantes se envían unas cartas a veces apasionadas, en otras ocasiones únicamente descriptivas sólo buscando compañía, de las que sabemos su contenido porque los actores lo dicen en primer plano directamente a la cámara, como hacían los personajes de "Las dos inglesas y el amor" de Truffaut ( de ese mismo 1971, bien es verdad que continuando lo ya hecho en "Jules et Jim"). En una de ellas me ha parecido entender algo así como "Take me warmer, take me near, take me closer to you". Pues eso.
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