martes, 20 de marzo de 2018

Antoine et Colette y Baisers volés

Carles Balaguer, presentando en su cine la primera sesión del ciclo.
Llegando al Méliès me preguntaba si iba a ver en la acera, delante del cine, una aglomeración de esas de los grandes acontecimientos. Bueno: Si bien había bastante más gente que en una sesión a esa hora en un lunes, no es que estuviera precisamente la sala -nadie en la acera- llena a rebosar. Podría haberlo estado. Anoche se iniciaba un ciclo de siete de las mejores películas de François Truffaut, con presentación de uno de los máximos conocedores de su obra -Carles Balagué-, que se extenderá, en sesión diaria a las 20,15h, hasta el viernes.
Anoche le correspondía el turno a "Antoine et Colette" (1962) y "Baisers volés" (1968). Ambas las había visto varias veces y hasta recientemente, pero se ha vuelto a dar eso que se dice sobre determinadas, muy especiales, películas: Que descubres algo nuevo en ellas en cada nueva visión.

Este es el contraplano. Poco antes hemos visto cómo Antonio Doinel habría la persiana de ese balcón de la casa de la esquina y miraba al amplio Boulevard.

En el caso de "Antoine et Colette", el magnífico episodio de "L'amour à 20 ans" ha sido, sin duda, por haber estado recientemente en París, viendo, precisamente, el barrio de Batignolles, para ver si encontraba localizaciones de "La boulangère de Monceau" (Rohmer). Se llega a hablar en el film del barrio, pero es una de esas cosas en las que no caes hasta que has visto al menos un poco en directo la zona: Nada más iniciarse el mediometraje, Antoine Doinel da un empujón a la doble persiana de librillo de su balcón, que se abre de par en par, dejando ver lo que yo recordaba cómo los Champs Elysées, cuando ahora he detectado en seguida aue se trataba del Boulevard de Batignolles. Por otra parte, en la libretita he apuntado el nombre, oído de la banda sonora, de rue Lecluse, para ver si en otra visita a París descubro alguna traza del Hôtel de la Paix a donde se traslada Antoine para estar enfrente de la casa de los padres de Colette...
Apesadumbrado pero decidido, Antonieta Doinel sale del cementerio.
En el caso de "Baisers volés" la cosa nueva descubierta es mucho más sutil. Es una reflexión, una nota, un detalle de alguien que se ha fijado en algún aspecto de la naturaleza humana. Se oye a un personaje decir que cuando alguien muere, una reacción habitual es intentar sentir que se está vivo. Pasado buena parte del metraje del film, Antoine asiste a un funeral. Sale rápido del cementerio y vemos desde una posición elevada de la cámara, a una cierta distancia, cómo en su misma tapia exterior coge de la mano, para irse con ella, a una de las prostitutas que ahí se apoyan. Sin duda va a asegurarse de su propia existencia. Y -otra vez sin duda- ellas están ahí conscientes de esa reacción tan humana.
La famosa foto.
¡Ah! Aunque no estoy en este caso del todo seguro, me ha parecido ver también en esta última película el plano rodado por el equipo -con Truffaut a la cabeza- capturado en esa famosa fotografía en un tejado de París...
Y el plano que quizás rodaron desde ese o similar tejado.

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