La imagen típica de Jean-Pierre Melville, con sus Ray-Ban oscuras y su sombrero de ala ancha tira un poco para atrás... |
Si hoy he ido a la sesión Melville de la Filmoteca no era para ver su primer film, el cortometraje "24 heures de la vie d'un clown" (1946), porque me dan grima los retratos sentimentales de payasos, sino para ver "Sous le nom de Melville" (Oliver Bohler, 2008), porque me pierden los documentales que te ayudan a formarte una idea sobre éste o aquél personaje o situación.
Luego ha resultado que el corto se pasaba aceptablemente, ya que primero entraba en las preocupaciones de Melville sobre el mundo de la noche y la farándula y luego hacía un recorrido por la vida de barrio parisina de interés, pero yo seguía excitado ante la perspectiva del documental posterior.
Estaba previsto que lo presentara un sobrino de Melville pero, como un incidente ha impedido su desplazamiento, ha sido Esteve Riambau, que se había preparado la sesión para hacerle preguntas productivas, quien ha abierto la sesión, explicando divertidas anécdotas sobre su vida y rodajes oídas a Tavernier y otros, llevando muy bien al público hacia el esbozo de un cineasta y personaje en verdad singular.
El documental confirma con creces esa idea. Para ello cuenta con entrevistas de gente valiosa, que le fue muy próxima, como Philippe Labro, amigos de juventud, sus sobrinos, Volker Schlöndorff o el mismo Tavernier, que le hizo de asistente. Labarthe, por ejemplo, hace una acotación muy certera cuando cuenta que todos los gangsters de Melville, aunque estuvieran sus películas realizadas en épocas ya muy tardías, iban vestidos y se comportaban como gangsters de antes de la guerra. Y así van afinando, entre unos y otros, el perfil de este hermano pequeño de un socialista histórico que, en medio de la guerra, tomó la decisión de, cuando ésta acabase, montar un estudio y ponerse a hacer cine, como así hizo.
"Sous le nom de Melville", se llama el documental, porque, claro está, y como él mismo explica en una entrevista montada en el film, adquirió ese nombre debido a su admiración por el escritor de "Moby Dick". De hecho, sus nombres tienen una importancia fundamental en el retrato. Durante la clandestinidad pasó sucesivamente por los de Cartier y Nano. En otra entrevista, cuando el periodista le llama héroe por su comportamiento durante la guerra, él dice que ni hablar. Que si hizo lo que hizo, fue porque se llamaba Grumbach. Que de no ser por eso él habría sido sin duda un Lacombe Lucien. Dicho esto por ese hombretón de aspecto algo desagradable, con sus eternas gafas de sol y su clara tendencia gaulista, te dices que está siendo absolutamente sincero.
El payaso de "24 heures de la vie d'un clown" en su casa. Su perro le hace de bolsa de agua caliente. |
Toda la parte inicial, en que se descubren aspectos no muy conocidos de su infancia y juventud, me han parecido de un gran interés. Luego, entrada la película ya de lleno en algo que debía ser de un interés máximo, como su participación en la II Guerra Mundial, he detectado paradójicamente un bajón, que me da la impresión que se prolonga hasta el final. Hay en todo ese trozo aportaciones preciosas (como la de su preferencia por rodar en estudio porque para él el cine es algo alejado de la realidad, o esa aseveración de que la gran mayoría de las citas con las que arranca todas sus películas, pasando por ser de grandes autores, son de su autoría, completamente inventadas) pero, aunque el documental acabe completando la escena que se abrió al inicio, yo diría que no consigue redondear del todo la propuesta.
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