El otro día dejé caer por aquí que ciertos payasos melodramaticos me dejaban con mal cuerpo y, sorprendentemente, descubrí que era un sentimiento bastante compartido. Lo curioso es que hace unas noches he empezado la lectura de las memorias de Serge Toubiana, el que fuera director de Cahiers du Cinéma y más tarde de la Cinemateca francesa, quien parece padecer de algo similar.
El libro ("Les fantômes du souvenir", Éditions Grasset, 2016) creo que me va a deparar -de hecho ya lo está haciendo- muy buenos momentos, pues lo noto muy bien escrito y toca temas que me tocan muy de cerca, con las sensaciones sobre el cine en primer término. Pero vayamos a la casualidad que provoca estas líneas:
En el primer capítulo (que titula "La strada") explica el recuerdo que le dejó la primera vez en que sus padres le llevaron a un cine, en su Túnez natal. Fueron a ver la película de Fellini y, como me pasó a mí, confiesa que (traducción libre) le “causó un miedo increíble y suscitó una repulsión profunda". Y sigue:
"No soporté a Giulietta Messina disfrazada de clown triste, interpretando Gelsomina, personaje pobre de espíritu con unos enormes ojos saltones. Tampoco me gustaba Anthony Quinn en su papel de feriante, inflando sus músculos para liberarse de la cadena con la que se había rodeado el torso (...). En mi recuerdo era sin duda este universo del circo ambulante, solitario y desarticulado, el que rechazaba." Y, más adelante: "De esa visión del film de Fellini nació mi desconfianza con respecto al circo, sinónimo de tristeza."
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