Un amigo cineasta vino con su pequeña cámara de vídeo (entonces no tan pequeña) cuando Teresa regresó a casa tras tener a nuestra primera hija, Ginebra. Mientras hablaba con nosotros grabó todos los pequeños acontecimientos que creía descubrir en ese cuerpecillo. Esa pieza, junto con una previa en la que grabó el paseo que dimos el fin de semana anterior, con Teresa enormemente embarazada, constituyen los primeros capítulos de lo que llamé mi "Film familiar".
Todo lo demás de "Film familiar" es mío, pues Teresa me regaló al cabo de un mes una de esas cámaras, que para entonces ya se habían popularizado. Con ellas grabé desde los primeros pasos de mis hijas hasta el más sofisticado (nunca demasiado) de nuestros viajes, muchos ya con una cámara más miniatura. Esto fue así hasta que lo que se popularizaron fueron las pequeñas cámaras fotográficas digitales y tuve una de ellas como regalo. Como en realidad utilizaba en los viajes la cámara de vídeo para hacer una enorme cantidad de planos cortísimos fijos, captando la enorme cantidad de imágenes que no me habrían permitido tomar las cámaras fotográficas analógicas de entonces, paulatinamente, o más bien casi de sopetón, como tanta gente, fui dejando la cámara de vídeo en un armario y la sustituí por una de fotos, o directamente, para descansar, hice algún viaje sin cámara. Se acabó el "Film familiar".
Supongo que ésta ha sido una historia repetida por mucha gente de mi generación. Pero en algún momento también quise trascender la cosa familiar. Mi amigo cineasta siempre insistía para que me pusiera a hacer ese "Las cosas de Teresa" que tanto había dicho que iba a hacer. Fue pasando el tiempo, hasta que nos subieron tanto el alquiler del "piso americano" donde vivíamos (un set perfecto para la película) que nos vimos forzados a cambiar de casa. Fue entonces cuando, antes de abandonarlo, de forma precipitada y de esbozo (lo cual suele ser mucho mejor) me puse a grabar planos por el piso mientras en la voz en off iba explicando la película pensada o cómo se recogía su acción en una u otra de sus habitaciones.
Me parece que "Las cosas de Teresa" no la hice en zapatillas, porque iba por casa calzado con zapatos, pero podría ser de lo más cercano de mi producción a ese "Cine en zapatillas" del que nos habló ayer en la Casa Elizalde, dentro del programa de este año del Miradocs del BEC, Pere Alberó.
Pere Alberó empezó su conferencia comentando la cierta incoherencia que veía titulando lo que se anunciaba como una "Máster Class" con el tan prosaico nombre de "Cine en zapatillas", pero aclaró rápidamente el concepto, a base de la proyección de varios excelentes ejemplos.
Ese cine de las pequeñas cosas que el cineasta tiene a su alrededor se encargó de demostrarnos que ya existía en lo primero de Louis Lumière. Nos pasó una de sus piezas iniciales, una de sus mínimas historias, tan bien encuadradas y planificadas, en la que una niña que está aprendiendo a caminar se desplaza por la acera de la casa familiar, tiene una duda, tropieza y cae. Como el subrayó, ante tanta saturación de imágenes asaltándonos por todos lados, qué maravilla regresar a la mirada fresca, virginal, de Lumière. Hasta llegó a decir que él procura iniciar sus clases con un "reseteado" de este tipo, para que sus alumnos se limpien de tanto equipaje desgraciado.
Habló entonces de dos líneas de cineastas que elevan este tipo de cine "banal", próximo, de lo que tienen a su alrededor, a la categoría de gran cine. Por un lado los que dejan las tomas de estas piezas tal cual, sin articularlas. Por otro aquellos que articulan a través de ellas todo un relato, en muchas ocasiones expresando la conciencia de una herida.
En el primer caso situó a Jonas Mekas, del que citó su frase, tan significativa, y que algo habrá tenido que ver con el cambio de rumbo del cine actual: "Necesitamos películas menos perfectas y más libres".
Del segundo puso un trozo de las "Cartas de un cineasta a su hija", de su magnífica "Trilogía de la Cabaña", felizmente editada recientemente en DVD con subtítulos en castellano. Luego un trozo de las películas iniciales de Noemí Kawase, en el que se apreciaba su esfuerzo por registrar, para que no desaparecieran como habían desaparecido sus padres, las cosas que tenía junto a sí. Y así.
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