jueves, 18 de enero de 2018

Les jours où je n'existe pas

Las provisiones con las que se hace el protagonista del relato cuando vuelve a existir.
Con Luis Miguel Cintra explicando la historia de ese hombre que sólo vive la mitad del tiempo, pues vive un día, para desaparecer el siguiente y volver a aparecer al otro, la película "Les jours où je n'existe pas" (Jean-Charles Fitoussi, 2002) adquiere un aire decididamente portugués, que aún acentuaba más la creencia de que su productor había sido Paulo Branco, hasta que ahora veo que Paulo Films era la marca de otros productores, franceses para más señas.
Un París no muy usual.
Es una película inédita en España, la primera de su realizador, proyectada hoy en la Filmoteca dentro del ciclo "Cine y psicoanálisis", que ya desde hace unos años organiza La Casa de la Palabra.
Martín Grinberg, que es quien la ha escogido, ha hecho luego una prolija divagación, no sé si psicológica, pero que recordaba a revistas de esas que proliferaban por los años 80, de la que he entendido que interpreta el film como una definición del cine y su instrumento máximo, el montaje, justo por los planos inmediatamente anterior y posterior a las desapariciones del protagonista del relato.

Yo no he llegado hasta ahí. He visto en el cuento explicado, eso sí, los trastornos que puede suponer esa periódica desaparición y consecuente pérdida de vida en momentos que el mundo del que se es ajeno -y quizás con él tu enamorada- sigue su curso. El personaje del relato intenta suplir su ausencia con la lectura de los diarios, aunque nunca le satisfacen. Yo, personalmente, que también duermo cada día unas cuantas horas sin enterarme de nada y que también creo que he pasado buena parte de mi vida como si no existiera, me he tomado muy en serio, eso también, los ejercicios que intentaba el inexistente parcial los días en que existía para darse cuenta que el tiempo pasa en ocasiones lentamente y no siempre pues de la forma velocísima con que notaba (él y un servidor) que se le escapaba.

Como bien ha indicado Salvador Forasté en el coloquio, un diálogo de por el final de la película evoca ese deseo que expresaba en ocasiones Buñuel, de volver en el futuro de tanto en tanto de la tumba, leer unos cuantos diarios para ver cómo han evolucionando las cosas por aquí y volverse de nuevo. Justo el que constituye el esqueleto de uno de los últimos libros de Jean-Claude Carrière.
Película curiosa ésta, con un París y otros escenarios no habituales, que hace entrar ganas de ver las posteriores de Fitoussi. Por la sala han hablado de similitudes con el cine de Eugene Green. Yo también, a parte del tono de algunos Oliveira, he visto volar por ahí a Raúl Ruiz.

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