Acabo de darme un viaje por los ferrocarriles chinos. Como era de esperar, ha sido un viaje pesado, pero con momentos fascinantes.
El ruido ha acompañado todo el trayecto, aunque ha desaparecido artificialmente, sustituido por el sonido de una flauta al llegar a una fantasmagórica nueva ciudad, llena de rascacielos seriados. Como occidental no habituado a las costumbres del país se me ha hecho un poco duro ver cómo las fuentes de cada extremo del moderno vagón han quedado ocupadas por las sanguinolentas pieles de cordero que estaba acondicionando una mujer, cómo todos los espacios disponibles eran ocupados por unos campesinos que llevaban sus cosechas al mercado o, más tarde, lo saturado de gente durmiendo en los coches camas o por los pasillos de los vagones. También me ha sorprendido ver actuar a un vendedor ambulante, que recordaba a esos charlatanes que se plantaban frente al SEPU haciendo demostraciones de sus productos.
Con tanto tiempo por el medio, es natural que haya oído conversaciones de todo tipo por los pasillos, de esas que te acercan a los miedos e ideas de los del país, y que haya podido mirar por la ventanilla, comer algo o hasta echar alguna cabezadita.
Los billetes para el viaje dejarán de poder comprarse hoy a medianoche, porque acaba el plazo en que el festival L'Alternativa ofrecía ver vía Filmin unas cuántas de sus propuestas para el festival de este año. Y una era esta "El Ministerio de Hierro" (J. P. Sniadecki, 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario