El cónsul italiano en Barcelona la ha presentado, y ha leído una carta de Ermanno Olmi (de quien ha comentado que, a sus 83 años, ha ingresado hace tres días en un hospital, aquejado de lo que parece una pulmonía), en la que explica los motivos por los que ha hecho este film.
Su padre, cuenta, con 19 años, formó parte de esa masa patriótica enfervorecida que marchó al frente, y en el Carso recibió un baño de realidad que le marcó para toda su vida.
Este baño de realidad es el que presenta la película. Arrancan sus títulos de crédito con unos primeros planos de elementos básicos para la supervivencia en el emplazamiento fortificado, en las montañas, del destacamento italiano protagonista del film: la fiambrera, el contenedor de pluma, tinta y papel para escribir cartas, etc. Sigue la cosa con unas imágenes bellísimas, en las que un soldado italiano, vitoreado por sus enemigos austriacos, inicia una preciosa canción en el paisaje totalmente nevado, a la luz de la luna: “Qué bonita está la montaña esta noche…”. Y así es, realmente. Luego, el infierno. En blanco y negro, con un par de destellos de color, la bajada hasta la desesperación más absoluta, vivida por quienes creían tener toda su vida por delante y la ven ya dilapidada por una serie de razones ahora totalmente incomprensibles.
Al final, la dedicatoria de Olmi a su padre. Ya no queda, ha dicho en el escrito leído inicialmente, nadie vivo que pueda hablarnos hoy de lo que fue esa guerra. Quizás, aunque quede alguien de esa u otra guerra, que pueda explicar lo que realmente fue, nadie le escuche…
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