He visto, en condición de acompañante, “El tiempo de los amantes” (“Le temps de l’aventure”, Jérôme Bonnell, 2013). Todo porque Gabriel Byrne tiene un gran predicamento entre cierto público femenino, y más desde que se dedicó a poner cara inexpresiva pero concienzuda, que es lo que en ese caso tocaba, en una buena serie de TV en que hacía de psiquiatra.
En ésta, así entre nosotros, yo creo que como no debía entender francés, iba despistado, y apenas si pone cara de pasmarote todo el rato, haciendo de partner de Emmanuelle Devos, a la que el guionista/realizador ayuda con todas sus fuerzas a cumplir su cometido de mujer en momento de desconcierto (que es quizás el resumen del film), hasta el punto de hacerla chocar, cuando va caminando, contra una farola.
Pongo esa foto porque el la que he encontrado que contiene la única escena que me ha convencido, la de la imagen H2-V1, en que ella, actriz que sabe que tiene difícil que la cojan para un papel, porque va para mayor, hace una prueba ante un desganado empleado, en el sitio más inapropiado, sin el atrezzo mínimamente necesario, de una escena que parece de un vodevil erótico. Primero hace una interpretación más o menos funcional y luego, porque se lo sugiere él, con toda la emoción del mundo.
Saliendo del cine, he echado una ojeada a la sala de al lado, en la que proyectaban lo que puede ser el testamento de Godard. Ya veo que tendré que ir solo.
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