En una cafetería de postín
Ana Mariscal a la salida de la cafetería moderna.
Ha tenido que ser que la cuelguen en ARTE como “clásico” para que viera, yendo de asombro en asombro, el primer largometraje de Ana Mariscal como realizadora, “Segundo López, aventurero urbano” (1953).
Con una fotografía por momentos exquisita, planos muy estudiados, momentos de un humor muy especial, corriendo el riesgo de caer en lo edulcorado pero siempre evitándolo de una u otra forma, la película, basada en una novela con aires de TBO de Leocadio Mejía (co-guionista con Mariscal, que aparece en un corto papel como el escritor que ha recogido la historia), tiene además un valor documental extraordinario, con sus tomas de lugares, bares y casas madrileñas, y reflejando la forma de vivir de los primeros años cincuenta.
El tema: Segundo López (encarnado por un actor para mí totalmente desconocido, muy alejado del modelo de galán, Severiano Población, más tirando a un brutote Paco Martinez Soria) decide un día dejar su pueblo, irse a Madrid, y empieza a gastar a lo loco el dinero que tiene con su secretario, Chirri, un crío vagabundo. Aparecen también como actores la propia Ana Mariscal y Manuel Mur Oti haciendo el papel de un director de cine…
Una auténtica rareza, en ocasiones en línea con “El último caballo”.
Enlace a la película:
En la pensión.
La Puerta del Sol. A la derecha, la Dirección General de Seguridad, en cuyos calabozos pasa el protagonista una noche.
El protagonista, con el artilugio para rasgarse la espalda, la mujer tica chalada y Chirri, el “secretario” del primero.
Reponiendo fuerzas. “Al niño no le llene la copa”, dice, prudente, Segundo al camarero cuando acude a un bar a tomar un coñac.
Tabaco sí que fuma Chirri. Un cigarrillo tras otro, algún puro…
Como fin de un Chaplin.
Pero aún aparece el autor de la novela base de la película, siempre escribiendo en el café. Un café, por cierto, muy bonito.
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