Iba ayer con mala conciencia y el desarrollo del acto, en vez de compensarme, me la acrecentó. Yo tenía que haber estado en el otro lado en litigio, para el que había reservado tiempo en la agenda… hoy. Pero finalmente se cambió de ubicación y se avanzó a ayer. En el ínterin ya había comprado entradas para la conversación entre Violeta Kovacsis y Sergi Pàmies en Caixaforum, a ver qué detalles explicaban de Berlanga, y tontamente ya no me desdije.
El público, que había pagado religiosamente los seis euros de entrada y se había personado con antelación en las quimbambas en que se encuentra el Caixaforum de Barcelona, llenaba ayer el aula preparada para el evento. Parece que suele suceder con todos y cada uno de los acontecimientos que organiza la Fundación de la entidad financiera. Pero lo que más me molestó es que muchos de los que hacían acto de presencia iban como si se tratase de acudir a una sesión del Club de la Comedia. Según les oí decir, querían oír a Sergi Pàmies, a quien escuchaban periódicamente en un programa de radio local, y con el que se reían un montón, contase lo que contase.
No critico lo de querer ir a pasarlo bien, desde luego: si yo compré mi entrada era pensando en que Sergi Pàmies es un escritor de relatos buenísimos, como los que contienen sus últimos libros, por lo que bien podía relatar cosas muy jugosas sobre el director de cine ahora objeto de una exposición en unas salas del Caixaforum. Y, por otro lado, pensaba equivocadamente que Violeta Kovacsis, una crítica de cine a la que aprecio y valoro, iba precisamente a entablar una conversación con él para hacerle transitar por esa vía. Pero la cosa no estaba prevista y no se desarrolló en absoluto así.
Fue llegar Pàmies a la sala (primera vez que veo a los ponentes hacer acto de presencia con antelación al horario fijado), soltar un saludo y ya todo un coro ponerse a reír, de la misma forma que se carcajeaban de las diferentes expresiones y ocurrencias que, cada vez con más profusión, soltaba para contentar a ese público tan entregado, que le respondía con una sonrisa de extremo a extremo de la cara, o bastante más, a cualquier cosa que dijera.
De Berlanga hubo poco más que comentarios sobre la repercusión que sus películas fueron teniendo en ellos. Y ahí me di cuenta de dos circunstancias suyas con respecto a las mías de las que ya previno el propio Sergi Pàmies y luego confirmó Violeta Kovacsis se daban también en ella:
-Una cierta diferencia generacional
-Una gran diferencia espacial
Los dos pertenecen a generaciones más jóvenes que la mía y ambos no provienen de familias afincadas aquí desde su origen. Pàmies relató que, de hecho, con un padre miembro del Comité Ejecutivo del partido comunista en el exilio, no conoció el cine de Berlanga hasta que a su regreso de París en 1972, ya con doce años, vio “Calabuch” en televisión en casa de su tía y fue para él una auténtica caída del caballo. Previamente no había visto cine en televisión, porque ese aparato no entró nunca en su casa por razones político-educativas. Sí en sesiones del cineclub del partido, pero ahí no pasaban películas de Berlanga, quien “de las tres B del cine español era la B mala”…
Por su parte, Violeta Kovacsis, aunque nacida aquí de madre argentina exiliada, explicó que se crió en Sudamérica, con un padre chileno de origen húngaro. Cuando empezó a escribir sobre cine se dio cuenta de que la gran laguna que tenía era acerca del cine español… y, estudiando, fue cuando se encontró con el cine de Berlanga.
No sé si me explico sin resultar pedante, que no lo quiero resultar, porque se trata sólo de circunstancias vivenciales de cada uno: en mi caso el cine de Berlanga estuvo ahí desde el principio, siempre considerado en el estrato superior del cine español, y pormenores de sus películas, de sus imborrables actores secundarios, de sus quehaceres con Azcona, de sus dificultades profundas para hacer cine en los 60… todo eso era algo asumido por mi desde un buen principio, reafirmado por la lectura de las revistas de cine y solo mirado con una cierta distancia cuando su deriva hacia un cine más grosero posterior.
Con eso comentado, sólo podría decir que se habló básicamente de que su cine no era el reclamado por la progresía de cada momento y que no anoté ninguna anécdota o definición nueva sobre él o su cine (como dijo Sergi Pàmies, David Trueba, que conversó con profusión al final de su vida con Rafael Azcona, era el que debía haber ido a ese foro a contar cosas), que por otra parte apenas hubo, y todo quedó en calificativos sobre su obra y eso de su repercusión y aprecio colectivos.
Bueno. Sí anoté tres cosas que o bien no sabía o bien me hicieron gracia:
1-Que Violeta Kovacsis dijo haber conocido a Alexander Payne en Italia y que éste estaba deseoso de manifestar su admiración y fascinación por Berlanga.
2-Que Sergi Pàmies le dijo en una ocasión a un francés que le preguntaba por cosas a ver para entender España que viera “La vaquilla” y el “Guernica” de Picasso. Que con esas dos obras ya se podía hacer una idea cabal del país.
Y, aunque no tiene nada que ver con el tema, también me hicieron gracia dos observaciones colaterales del mismo Pàmies.
La primera. Tras oír a Violeta Kovacsis diciendo que el único director de cine español actual al que le ve un camino propio es a Albert Serra, solté la carcajada en el momento en que Pàmies, que había estado asintiendo con convicción a sus palabras, remató soltando y desconcertando con que era verdad todo eso que decía, que había creado un personaje de sí mismo muy interesante y que ya lo único que le faltaba era hacer alguna película buena.
La segunda, aunque en el tiempo anterior, cuando atendiendo a uno del público que preguntó quién sería el Berlanga de hoy mismo en el cine catalán, se puso serio y comentó que “La verdad, a lo mejor podemos ser una potencia haciendo cine de mujeres que no quieren ser madres, pero no veo que haciendo cine del estilo de Berlanga”.
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