jueves, 17 de octubre de 2024

Rien que les heures


La mano que destripa la fotografía en que se ha convertido la imagen en movimiento.



Pese a leer su título tantas veces como hito del cine de vanguardia, no había visto “Rien que les heures” (Alberto Cavalcanti, 1926) hasta ahora, vía YouTube (enlace de Dailymotion, con copia mejor, abajo).
Rápidamente te das cuenta de que no era exagerado clasificarla bajo esa proclama. Después del hermoso título (una construcción artesanal, como en el fondo toda la película), aparece una vista de la place Vendôme y una bayeta enjabonada que pasa por un vidrio delante de la cámara nos tapa toda la visión.
No queda aquí la cosa: La imagen de unas elegantes damas se paraliza convirtiéndose en una fotografia que unas manos desgarran, un elegante automóvil con chofer se convierte en carro con su borrico y mozo de cuadra tras decir que el enfoque debemos tenerlo no en el mundo sofisticado y elegante, sino en el popular.
Y la cosa continua con una pantalla repleta de múltiples ojos, un hombre
dando tumbos en un estrecho callejón, contemplado desde lo alto de un terrado y mil imágenes sorprendentes más.
Pequeña sinfonía de la ciudad, empezando por la captación de los últimos juerguistas de la noche ya transcurrida y seguida por el riego de los camiones de limpieza matutinos, la apertura del metro e imágenes de lo expuesto en el mercado, puede entrar a formar parte sin miedo de esas sinfonías urbanas que tanta huella dejaron en el cine del siglo XX.
Me gusta especialmente, pese a que asoma lo rudimentario de su mecanismo de elaboración, ese trozo final, que es el que he venido especialmente a buscar, esa reflexión final sobre lo fugaz del espacio y el tiempo, esas imágenes múltiples y laterales con su carrusel de horas del reloj y del globo del mundo.

No el mundo sofisticado, se dice…

Sino el popular más cercano.


 

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