El tema de las geishas -que Mizoguchi y Naruse me perdonen- no es de lo que más me interesa, y debe pasar lo mismo a otra gente. Quizás por eso Mikio Naruse envolvió su “Cuando una mujer sube una escalera” (1960, ayer en la Filmoteca), una ficción que puede pasar por una auténtica enciclopedia sobre las chicas de bar de Ginza, con modernas música de jazz a base de vibráfono desde el cartel inicial de Toho Scope (en esta ocasión en blanco y negro).
Según plantea el tratado sociológico especializado que viene a ser la película, para una mujer prosperar no le quedaba más que una de las dos opciones siguientes: o casarse o montar un bar propio, dejándose, en este caso, mantener por varios maromos. Es impresionante la colección de personajes deleznables, con alguna que otra arpía, que pinta la película, dibujando un ambiente que se quiere alegre y es, en realidad, de lo más sórdido, hasta hacer languidecer y todo un poco la banda sonora del film.
Pintando la película un panorama demencial, todo está regido por el dinero, que preside las conversaciones, siendo la familia también, en este sentido, una clara fuerza extractiva.
Aparecen en la película, eso sí, cantidad de actores de la factoría Naruse y el tradicional paseo (en este caso urbano) de una pareja conversando que suele hacer aparecer siempre. Claro que les argumento del film hace que luego el paseo reflexivo lo dé la mujer protagonista en solitario.
Una secuencia de de las cuatro de subidas de escalera hasta el bar de ella, con travellings mostrando y siguiendo sus pies, la pasamos,como era de rigor, en la sesión de Ombres Mestres dedicada a las escaleras.
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