sábado, 19 de febrero de 2022

Luna. 66 preguntas



Un día por fin comprendí que el gran salto que dio el cine moderno fue pasar de mostrar la acción a hacer captar lo subjetivo. Que pasaba a ser más importante seguir un trayecto de un personaje que nos ayuda a comprender los pensamientos que le asaltan que ver qué hace con o dice a otro.
De ese salto hace mucho y como espectadores ya estamos acostumbrados a todo lo que aportó. Así podemos llegar a apreciar una película como la griega que hoy ha colgado Mubi, “Luna, 66 preguntas” (Jacqueline Lentzou, 2021), en la que todo son momentos muertos o impresionistas que nos van acercando a lo que pasa por la cabeza de Artemis, quien acude a cuidar a su padre (al que hacía tiempo que no veía y con quien no se entendía) cuando éste ha entrado en una fase avanzada de una enfermedad degenerativa.
A esas escenas “del presente” se le intercalan unas imágenes de cámara de aficionado, que van completando desordenadamente una especie de dietario filmado, con una curiosa transferencia a mitad.
“Un film sobre el amor, el movimiento, el flujo (y su ausencia)”, nos explica el subtítulo del film. El amor (o su ausencia) entre padre e hija, el movimiento -fluido de la protagonista, como joven que es; entrecortado del padre por esas órdenes del cerebro que llegan a destino o no-, y las corrientes de superficie y subterráneas entre ellos.
Toda la película pende de la interpretación de Sofía Kokkali, que se mete en el papel de la protagonista en cuerpo y alma. En función de cuál sea el flujo (ya que estamos en ello) que nos llegue de ella, podrá gustar (como me ha pasado a mí) la película o se habrá de dejar por imposible.





 

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