jueves, 21 de febrero de 2019

Adieu polet!


Un hombre mayor y otro joven se dirigen con malas intenciones hacia el ayuntamiento de Ruan, pasando por delante de la Abadía de Saint Ouen, donde una chica vestida de novia permite suponer que va a casarse o acaba de hacerlo en esa iglesia. Poco después se produce un tiro dentro del ayuntamiento, llegan los policías (Lino Ventura, Patrick Dewaere) y esa misma gente que atendía a la celebración de la boda (incluida la novia, a la que deben corresponder ese ramo de flores y vestido blanco que casi sólo se intuye, cortado, a la izquierda de la foto sobre la escena que he encontrado) se agolpa junto a las vallas para ahora seguir atentamente ese nuevo espectáculo.
Esto que he explicado, que es totalmente secundario, una acción que se desarrolla en la escena solo como fondo del hilo principal de la narración, me ha servido para establecer en mi cabeza un paralelismo con la enorme popularidad, con la reacción del público de la época (1975) ante una película como “Adieu poulet” (Pierre Granier-Deferre), que he escogido para ver después de comer de entre las grabaciones efectuadas en la tele estos últimos meses, pensando que podía ser un buen paliativo del enervante sonido de helicóptero que hoy amenizaba el día.
No puedo más que admirar la pericia de Granier-Deferre para hacer ir siguiendo la trama, usando hasta el extremo esos arquetipos que tanto Lino Ventura (solitario, duro, un -como le dice su ayudante- soñador que aún cree en el honor en una sociedad corrupta) como Patrick Dewaere (joven despreocupado, ligón, aún no pervertido por el dinero y su posición) representaban tan bien, tan a gusto de su público.

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