domingo, 17 de febrero de 2019

Trinta lumes

Para ser sinceros, pese a la recomendación de unos amigos con los que suelo coincidir bastante en gustos, no las tenía todas conmigo yendo a ver “Trinta Lumes” (Diana Toucedo, 2017), presentada por su directora y parte del equipo en el Zumzeig. Por suerte, salí del cine la mar de contento, emocionado, todas mis dudas disipadas.
Fue quizás “El cielo gira” (Mercedes Álvarez, 2005) el film que abrió un camino luego seguido por tanto nuevo realizador, vendido a las armas del documental: Según el esquema marcado por esa película, el autor (la autora) echa una mirada al mundo rural, tan diferente al urbano en el que vive, porque ha ido al pueblo de sus ancestros, que se está muriendo por abandono y muerte de sus últimos habitantes.
Algo así le está pasando a esos “treinta hogares” a los que hace mención el título de esta película, que son explorados por alguien que vive en el mundo urbano (Diana Toucedo procede de la Escac y vive en Barcelona desde hace años). Pero varios elementos liberan la película de un “déjà vu” que, a primera vista, podrías decir que iba a invadirte.

Toucedo no tiene problema alguno en explicar que, aunque gallega, no guarda parentesco alguno con el Courel, la remota región gallega donde se ha rodado la película. Sus planos panorámicos de espectacular paisaje entre montañas, los envueltos por los ruidos y tamizadas luces de los castaños o los rayados por una fuerte lluvia o nevada, nos revelan que ha ido allí porque se ha sentido atraída por un lugar que veía iba a impregnar para bien su film. Por otra parte, para redondear el retrato de las diferencias, tras un largo proceso de rodaje y montaje, vio llegado el momento de hacer entrar a lo fantástico en el documental. Escogió entonces primar las escenas rodadas que recogían las andanzas de una niña de 12 años, Alba, que es la que lleva la (escasa) narración con su voz en off, y su compañero Samuel. Sí: un documental con voz en off que lo convierte, junto a otros detalles, en ficción.
En el coloquio Diana Toucedo dijo ser, antes que nada, montadora. Al poco de empezar la película hay pruebas de que se trata, además, de una buena montadora: ha habido unas pocas escenas que, como todas las demás, mezclan los trabajos de la vida cotidiana con ecos de muertos; una niña pequeña canta con su madre, yendo en coche, una canción sobre un pollito y justo a continuación, tras un corte, un primerísimo plano nos muestra una gallina que va a ser desplumada para ser cocida...
Algunos efectos de la parte sonora del film ayudan a reflejar ese plus de film fantástico que lo invade, pero también, en unos pocos momentos su música nos lleva, irremisiblemente, a dedicarle una mirada llena de cariño.

Siento una gran curiosidad por saber a qué película se enfrentará como proyecto futuro Diana Toucedo. Mientras tanto, veo que el lunes y miércoles la vuelven a pasar en los Cinemes Girona y, si va gente, quien sabe si seguirá más días.

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