La fórmula está muy bien, y según de qué calidad sean las piezas que la componen, puede dar muy buenos resultados: Un realizador joven hace una película sobre un realizador consagrado.
Así surgió "La décima carta" (2014), en la que Virginia García del Pino hacía un retrato de Basilio Martín Patino y este año salió a la luz este "Saura(s)" que he visto hoy por Movistar +.
Tanto a Basilio Martín Patino como a Carlos Saura se les ve incómodos en sus respectivos documentales. Ambos por la misma causa: A nadie le va a interesar eso, dicen, mostrando su preferencia por dedicarse a cosas nuevas y no a las del pasado. La de Patino llevaba dentro la amargura de que tú, como espectador, veías claramente que ese futuro en el que quería trabajar el realizador -¡ay!- no iba ya a llegar nunca. En ésta de Saura la cosa es diferente, pues él sigue más que activo, lleno de proyectos, con una agenda repleta.
Viscarret comenta directamente él -es uno de los actores del film- que ha buscado un camino indirecto para penetrar en la (loable) coraza con la que Saura protege su intimidad, pues es -también se habla en la película- de la estirpe maña de un Buñuel, que detestaba tanta debilidad sentimental que inunda el cine más obvio.
Ese camino pasa por hacer que todos y cada uno de sus hijos (el de Geraldine indirectamente) hablen con su padre, sonsacándole en lo posible alguna cosa personal inédita, que lo defina algo más. Y dota a la película de una estructura rígida, con encuentros frente a los plasmas y espejos de sus últimos film o en sus abigarrados estudios caseros. Una estructura sólo rota por alguna escapada, como la de Saura a un programa de radio y proyección parisinos, o la de Viscarret con sus hijos por un parque, pensando en su proyecto.
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