domingo, 31 de diciembre de 2017

Bob le flambeur

Pigalle.
Viendo el principio de "Bob le flambeur" (1956), que hoy ha cerrado las proyecciones de 2017 en la Filmoteca, uno se da cuenta en seguida de por qué gustaba Jean-Pierre Melville a los jóvenes críticos de cine que poco después iban a formar la Nouvelle Vague: Una voz en off acompaña las imágenes de toda una zona de París, explicando que por ahí uno va del cielo (Montmartre) al infierno (Pigalle).
El descapotable
Son quizás las imágenes de la place Pigalle de París (de los años 50), con sus cafés, puestos de comida ligera, salas de espectáculos y boîtes de noche el primer regalo de una película que resulta simpática a base de remarcar el trazo del dibujo de cada uno de sus personajes, haciéndoles casar con lo que se espera de ellos para un film noir, imbuido del estilo del cine negro americano. Porque "Blob le flambeur" podría colocarse en el subgrupo de películas de montaje y ejecución de un atraco, con la característica de que pinta previamente muy bien el ambiente y motivos que conducen a ello.
Bob el jugador
Al margen de ese tono general, tan grato a Melville, quien ofrece su descapotable americano (supongo que el mismo que utilizó en "Dos hombres en Manhattan"), es divertido ver que la película está trufada de detalles que alegran la sesión. Uno de ellos es la aparición de un sonoro cochecillo que debe ser un homenaje al de M. Hulot en "Les vacances de M. Hulot" de Jacques Tati. Otro esa ironía en el diálogo dedicada al 35, Quai des Orfevres. Otro la misma aparición del realizador, con sus inconfundibles gafas oscuras. Otras muchas más la utilización de, además del cochazo americano, músicas americanas de diferente tono, y pequeñas sorpresas de guión, como los diferentes oficios de la chica que sin quererlo organiza toda la desgracia o la inesperadamente ofrecida por la mujer del crupier.
Con la chica
A mí hay un detalle que me ha reconfortado en la butaca, porque asegura lo estudiado que tenía todo Melville. Es la notoria aparición de un premonitorio crucifijo al margen de la carretera, junto a la playa, dándoles la bienvenida a Deauville en la primera ocasión en que los protagonistas van a ver el casino. Después de eso, la película se vuelca, salvo lo indicado, en escenas de preparativos del atraco o de juegos de cartas y ruleta cuyos planos de sus partícipes acelera Melville, para que no se hagan muy cansinos.
Que tiene el desnudarse...

...fácil

Ensayando el atraco

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