No me gusta ver dibujos animados. Lo sabe José Luis Márquez, hoy desaparecido en combate, esperemos que sólo para coger un respiro y volver con más fuerza, quien nos suministraba unas sesiones semanales tan bien escogidas que en muchas ocasiones vencía mis reticencias. Pero hoy me he dejado llevar por "El ilusionista" (Sylvain Chomet, 2010, grabado anoche en TV5Monde), una pieza que, por cierto, JLMárquez sacó a colación varías veces, junto a alguna otra joya de Chomet.
Me he dejado llevar por su dibujo, pero sobre todo al distinguir que su protagonista es nada menos que Mr. Tatischeff, un ilusionista con el completo aspecto y movimientos del gran Jacques Tati, autor del guión del film. Un guión que no debía ser autobiográfico salvo en aspectos anecdóticos, porque Tati, aunque se dedicara buena parte de su vida al mundo de las variedades, al proceder de una familia aristocrática rusa exiliada en Francia, no creo que hubiera pasado nunca las penalidades que debe superar el personaje.
Mr. Tatischeff abandona un teatro de variedades parisino ya cansado de su arte y unos dibujos muy buenos nos hace acompañarle en su paso del Canal de la Mancha y su peregrinaje por Gran Bretaña, en busca de un local donde actuar. Lo hace primero en Londres, pero con la mala pata de coincidir con el momento de eclosión de los grupos pop, que acaban con las antiguas formas populares de espectáculo. Luego va a Escocia, llegando hasta -en unas viñetas que tienen mucho del Hergé de "La isla negra"- una perdida isla del norte.
Estos son, para mí, los mejores momentos del film, que luego se enreda un poco demasiado sentimentalmente con una niña que, por su afán de complacerla, le arrastra a la más absoluta ruina y a la necesidad de buscarse trabajos de todo tipo. En compensación, las escenas de esta segunda parte tienen la virtud de presentarnos un vistoso Edimburgo años 60, muy realista, del que quien haya visitado y gustado de la ciudad disfrutará.
Un bálsamo para curar recientes sinsabores.
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