Por casa me denigran continuamente explicando que tengo oreja en vez de oído musical. Eso puede influir. Por otro lado, aunque si alguien me presionase llegaría a confesar que de tanto en tanto salgo tocado emocionalmente por alguna música colocada alevosamente como banda sonora, debo decir que nunca se me habría ocurrido hablar precisamente de la música como uno de los posibles elementos del lenguaje cinematográfico. Soy teóricamente de los puristas que dicen aceptar únicamente, sin arrugar el rostro, la música diegética en una escena, aunque luego en realidad me trague placenteramente otras cosas.
De ahí mi batalla numantina, sostenida durante años, cuando discutiendo sobre qué temas escoger para el seminario "Ombres Mestres", Pau Pérez presentaba esa como una de sus bazas año tras año. Al final, en esta ocasión, como uno en una situación de éstas debe ceder para ganar otras cosas, arrojé la toalla, y le dije que bueno, que adelante con la música, aunque entonces poco podía yo ayudar. Y así, mañana martes, el tema del lenguaje cinematográfico de este ciclo de "Ombres Mestres" es nada menos que el inabarcable por extenso "La música al cinema".
Como siempre se hablará de unas cuantas escenas que, una vez vistas, reconoceré que tienen su qué, y que puede decirse que, lejos de un imposible "Están todas las que son", yo creo poder decir que sí que son -aunque muchas no creo que salgan en las antologías de la materia- todas las que están.
Por si alguien tiene curiosidad y quiere probar qué tal (aunque tenga el mismo oído musical que yo después creo que dirá también que sí, que bien), en el enlace siguiente constan los mecanismos para reservar plaza y todas las informaciones necesarias asociadas.
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