Tras la presentación de “Antología de Taillet” (JG Guerra) en un casi lleno Zumzeig, traspaso aquí mis deslavazadas preguntas, alguna de otros espectadores y lo que recuerdo de las contestaciones del director.
Han quedado claras las razones que le llevaron precisamente a un aislado pueblo como Taillet, en las montañas de los Pirineos Orientales franceses, a hacer este documental. Ha reconocido formar parte de la familia “española” de los personajes principales del documental, y haber ido allí desde pequeño en sus vacaciones junto a su hermano, Jordi GG –también presente en la sala y colaborador en el rodaje-. Eso explica el empleo del castellano pese a que a la madre se la ve incómoda hablando en castellano, y parece que se desenvolvería mejor en francés o catalán: Se está dirigiendo a su pariente, con el que siempre ha hablado en castellano.
El film se inicia con un coche que llega al pueblo y termina con el coche dejando atrás el pueblo, encerrando entre esas dos secuencias toda una antología de relatos sobre la historia de esa población: la acogida de refugiados de la guerra civil, el cambio de vida sufrido en ella a lo largo del tiempo, la permanencia de los ya hoy ausentes, etc. En esos planos iniciales y finales recuerda al "Innisfree" de Guerin, o a otros documentales (por la sala se ha iniciado una discusión sobre qué Rohmer era el que tenía ese acercamiento, pero se puede hablar de bastantes películas más, de bastantes cineastas). También están dentro, claro, la azarosa vida de Francisco, con el golpe inicial sufrido en su infancia, su producción de figuras de madera a partir de troncos que recoge por la zona, o la relación con su madre, ambos ya casi últimos habitantes antiguos de la zona. De hecho, hay en la película relatos varios, que gusta no se subrayen, dejando que sea el espectador el que vaya montándoselos: el abandono de los pueblos y su cambio de usos -al turismo-, la guerra civil, la historia del hijo,...
Entre escena y escena un plano de un área de la población, cada vez diferente, nos va dejando reflejar en un mapa mental la distribución espacial de Taillet, de la misma forma que Haneke facilitaba a los espectadores de su “Amor” el dibujar –como de hecho he visto que alguien ha hecho literalmente- el plano del apartamento en que vivían sus personajes de ficción.
El film va tallando, como si de una figura de madera de las que elabora Francisco se tratara, la sensación de aislamiento que los debe poseer, y no sólo por las conversaciones: El trabajo solitario en el huerto o el taller, planos con una señora en las quimbambas, lo contentos que se ponen los dos al saber de las visitas. Se trata de un pueblo apartado: escasos coches, gato durmiendo, perros desocupados...
El sonido directo –con los ruidos del viento, los insectos, los escasos coches, es sonido directo de verdad, y no producto de un laboratorio de sonido. De la misma forma, la labor de montaje es notoria, por el orden dado a todas las piezas del largometraje (dejando un cierto suspense inicial hasta la plena presentación inicial de Francisco, dando pie a considerar a los personajes del cementerio –que en buena parte son los “modelos” de muchas de las figuras de Francisco- como los únicos que realmente van a perdurar en el lugar, etc), pero no por la labor de selección efectuada, porque hay poco plano rodado que fuera desechado.
Una baza de la película es cómo juega con la emoción sin cargar las tintas. El relato de la madre sobre las cosas que hace su hijo con la madera ya te da un primer ramalazo, que luego te hace ver de una forma más intensa sus labores con la madera.
Un espectador, planteando que por qué algún personaje “actúa tan mal” ha abierto el tema de cómo introducir la ficción en un film así. De hecho, a los que aparecen se les llega a valorar como actores. Alguno, nervioso, fugaz, convence. A otros se les ve muy voluntariosos, pero hasta demasiado conscientes de lo que deben hacer. Hay también momentos en que se nota que el equipo ha abierto la ventana para seguir la marcha del personaje (o se intuye la colocación de una pera en medio de un arroyuelo, como si del membrillo que Kiarastomi hace rodar por un río en homenaje a Érice se tratase). Es (son) un (unos) momento(s) muy hermoso(s), y al menos yo, como espectador, no sólo tolero ese gesto de inmiscuirse en la trama, sino que lo agradezco, entro a formar parte del mecanismo.
Aparecen planos de tumbas y, en paralelo, relieves suyos de madera. Uno se hace la idea de que son como retratos que ha ido haciendo a la familia, muchos de ellos ya ausentes, lo que redunda en la sensación de que esa ausencia es una de las grandes protagonistas de la sesión.
Hay una cosa que he aprendido de las películas de Guerín: Siempre conviene que dentro del cuadro haya algo de movimiento, vida. Aunque sea un poco de viento. Aquí se sigue muy bien eso: Ahí están el péndulo reloj, el viento que balancea las ramas, el perro, una persona cruzando,... La película tiene la virtud, con cosas de éstas, de la captación del instante. Hasta de la luna.
Sales del cine quizás, como ha dicho la chica de la primera fila, aunque no lo decía para afearlo, con cierta tristeza: La sensación de un mundo que se acaba o, como me ha corregido José Antonio, que ya se acabó hace tiempo.
A la frase íntima final de la madre: “Si no llega a ser por Francisco yo no sé qué habría sido de mí” todos los espectadores de hoy le sobrepondremos lo que hemos sabido de la evolución de la vida de los personajes tras el rodaje de la película. Pero eso nos lo callamos, porque ya son cuestiones extra-fílmicas.
JG Guerra ya ha hecho su primer largometraje en el pueblo de parte de su familia, con dentro pues el tema de muchos documentales de nueva hornada, desde Mercedes Álvarez. Ahora nos ha acabado diciendo que, además de seguir con Olga Ponoko llevando su “Cultura Film (revista filmada)” y tocando ambos todas esas numerosas teclas que tocan, tiene otra película pensada. Ya no se ubicaría en Taillet, pero sí cerca, en Céret, mitad ficción, mitad documental… Habrá que esperar y cuando salga rápidamente ir a verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario