lunes, 22 de junio de 2015

Mamoulian y Kazan en Cinéastes de notre temps

Si hay un momento en que una entrevista se convierte en un festín es cuando, estimulado (en positivo o negativo) por alguna pregunta, el entrevistado se lanza a ello y deja que trasluzca su inteligencia. Algo así, dedos formas totalmente diferentes, se puede apreciar en momentos de dos entrevistas inéditas para la serie “Cinéastes, de notre temps” que quedaron sin montar hasta su edición y exhibición, en bruto, por la Cinemateca Francesa allá por 2011.
El DVD llegó a casa hace poco, encartado en un libro o revista, pero no acabo de recordar cual. Presenta los “rushes” de entrevistas efectuadas por Labarthe y su equipo a Capra (una entrevista, a mi entender, menor, más allá de dejar claro su origen siciliano, ser un hombre que se hizo a sí mismo y su amor por la agricultura, al tiempo que muy movida –en buena parte él recorriendo sus tierras en un jeep-), pero también a Mamoulian y Kazan.
Rouben Mamoulian aparece en 1965 en diferentes sillas aisladas en una amplia sala de la que debe ser su casa, elegante y con algún elemento demodernidad. Nunca he seguido sus películas que, salvo algún alarde inicial visto recientemente, recuerdo que en general me habían acabado cansando, pero la próxima vez me fijaré con interés en su puesta en escena, porque todo lo que explica en la entrevista –aún rebajando sus aseveraciones de que él fue el que hizo todo por primera vez en cine- lo merece. Además, Mamoulian nos permite conocer a esa impresionante, cultísima generación europea que fue a trabajar en los Estados Unidos y generó su mejor cine. La entrevista es en un perfecto francés. Salvo Lynch, que vive en París, sería ahora muy difícil algo así con un cineasta americano.

La entrevista con Kazan es muy diferente. Rodada en 1972 en su oficina deConnecticut, forrada de estanterías de madera repletas de libros, tiene claramente dos voces: Elia Kazan y su entrevistadora, Annette Michelson, quien me ha dado la impresión de ser una sólida representante –casi una caricatura- de la crítica engagée del momento. Kazan aguanta estoica pero algo despectivamente las reflexiones y largas cuestiones que le lanza la Michelson, con la que no suele estar de acuerdo. Pero de vez en cuando los ojos le brillan especialmente: ella ha tocado hueso, mencionando algode uno de sus films en lo que nadie antes había reparado, y se presta, emocionado, a reconocerlo. Estos momentos, junto a esas brillantes explicaciones suyas repletas de sopesadas reflexiones sobre sus propio cine, aunque puedan verse como equivocadas, valen por todo el DVD. Viéndolo surge una conclusión: Debió ser un hombre de trato difícil, Elia Kazan…

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