A riesgo de recibir las crueles burlas de algún que otro director de Filmoteca, estoy empezando a leer un libro sobre la cinefilia (entendida de otra forma que la que me ha hecho afear la palabra), escrito hace ya un tiempo por Antoine de Baecque, uno de los escritores cinematográficos actualmente más en el candelero, tras –entre otra mucha obra- sus biografías de Truffaut –de quien ha comisariado recientemente su exposición en la Cinemateca Francesa- o Godard, o haber escrito un libro como el de la historia del Cahiers du Cinéma.
Apenas si he comenzado su primer capítulo, descubriendo la influencia que los jesuitas y otros eclesiásticos tuvieron en los “jóvenes turcos” de la crítica francesa, pero debo decir que estoy disfrutando de lo lindo. En la magnífica introducción del libro, Baecque (nacido, he visto, en 1962) se ubica ante el tema protagonista de su obra. Traduzco a la brava:
“Soy de una generación en derrota, la que ha descubierto el cine la víspera del cierre de las salas: salas de barrio desde hacía un tiempo ya transformadas en garajes o en tiendas, salas de cine-clubs desertadas por la pequeña pantalla, salas de arte y ensayo parisinas en plena restructuración. Sin embargo, he sabido rápidamente que “eso” existía, la cinefilia, esa vida que se organiza alrededor de los films. Pero era al final de los años 70, y no ha existido mucho más tiempo. (…) Todo había pasado antes.”
He mirado de poner imagen al rostro de Antoine de Baecque y, además de darme a conocer su edad, internet me ha facilitado esta fotografía de una página de France Inter, que no indica quién la hizo.
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