Las grandes planicies de la Provincia de Buenos Aires desde el primer coche.
Los números, estadísticas y probabilidades de las elucubraciones que va anotando en su libretita el director.
Vemos, en el minuto cero, al actor y a la gran avenida de Buenos Aires, y cuando aparece el rótulo “Una película de Gonzalo García Pelayo” ya lo crees hasta redundante: “Felicidad suplente” (2024) está claro que es suya, en unas formas y entorno que ya ha hecho suyos y, para corroborarlo, no hace falta más que dejar a Martín Aletta cruzar la Avenida 9 de Julio, para que surja entonces en la banda sonora la guitarra y la voz de Fernando Arduán, para mí uno de los grandes descubrimientos de “Alegrías de Cádiz” (2011, la película que nos devolvió a GGP al cine), con unas preciosas música y letra de canción suya: “Yo he visto desenterrarse las amapolas, para volverse a plantarse solas, cerquita de mi balcón…”
Martín Aletta hace de director indeciso con la película que empieza a pensar. En esta fase especulativa hacen la aparición las matemáticas tan recurridas por GGP, tanto en forma de estadísticas aportadas por su huidizo mentor -quien quiere acabar con sus dudas con el sólido valor de los números- como en el de las probabilidades que va calculando el conductor y el mismo director en su cuaderno durante el viaje que emprende en busca de localizaciones y actores.
El viaje, la búsqueda, lleva buena parte del metraje, lo que da pie a muchas escenas en que, desde interior del vehículo, vemos de fondo las enormes planicies de la Provincia de Buenos Aires.
Inicialmente el viaje con sus compañeros el filósofo Juan (Juan José Vidal, que atemoriza a Ezequiel, el director, debido a la confusión que le aportan sus continuas reflexiones) y Javier (Javier García Pelayo, con un parche de estar por casa para dar más fiereza al rostro de un personaje sin embargo encantador, que siempre lo acepta y está de acuerdo con todo) es en un coche pequeño. Un año después, ya para ejecutar el rodaje, es en una camioneta, lo que, aunque se añade a la expedición la productora (una magnífica, muy en su papel, Fernanda Berkovich), permite planos menos fraccionados.
En el primer viaje ha habido tiempo para la genial aportación de Juan tanto de la “serendipidad” como la de la teoría del subjuntivo, en su afán por entender y dar forma mental a la idea de la película. También a un casting con imagen compartida de dos candidatas, profundizando que siempre se trata de la elección -voluntaria o no- entre dos caminos, en esas bifurcaciones insospechadas que ofrece la vida. En el casting todo apunta a que la actriz de la derecha es la más adecuada para el papel, pero ha surgido la atracción irrefrenable del director por la de la izquierda… Ya lo dice el conductor filósofo: “Vas buscando una cosa y encuentras algo mejor”.
Y luego todo sigue esa idea esencial: en busca de narrar una historia sobre un suceso imprevisto, que podría llegar a cambiarlo todo, se topan con varios. Eso es la vida.
Una comedia divertida, pero con un fondo de aceptación de los avatares de la vida que la eleva, seguro, entre las tropecientas películas que ya ha hecho y está haciendo en los últimos años Gonzalo García Pelayo. Bien pensado, esa idea base que se aprecia en ella puede ejemplificar su empeño en este periodo: buscando en este caso una comedia argentina… da con toda una filosofía personal de vida.
Una cosa más: a la feliz arquitectura de la película hay que añadir el acierto de la intervención de Fernando Ardúan. La música y canciones de Ardúan, interpretadas por él mismo o por otros (hay una central, bellísima, que canta muy bien una mujer), marcan un tono, te conducen a la alegría por una vida que, ¿por qué no?, podría ser plena.
Por un tiempo la película se podrá ver gratuitamente en este enlace, donde GGP va colgando todas sus películas:
El casting.
En el segundo viaje, Juan, La productora y Javier. Lo que no sé si pensar es si lo del collarín del primero es otra idea de guión sobre un imprevisto más a sufrir por la tropa y película o fue un imprevisto con el que se encontró realmente el rodaje de “Felicidad suprema”.
Todas las piezas ya colocadas felizmente en su sitio.
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