Placer sostenido ayer, en la Filmoteca, con la cantinela del narrador literario en su banda sonora, y las enfervorizadas y poéticas disertaciones del oficial alemán (Howard Vemon, antes de ser actor de Jesús Franco) a sus obligados huéspedes franceses, con la mudez de estos como respuesta.
Ver luego su anhelado paseo por París con el que le llega su tremendo desengaño.
Placer, en resumen, de ver el primer Melville, “El silencio del mar” (1949), aunque tan alejado sea de sus siguientes películas.
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