En la primera escena de “La confrontación” (1969, que con sus repetitivas y muchas sosas canciones no me acabó de convencer pese a sus coreografías y monumental escenario), Miklós Jancsó puso un primer plano de la nuca, a lo Hitchcock, de una chica. A partir de ahí la cámara se ponía en movimiento para seguirla y luego ya iba en libertad en búsqueda de otros puntos de interés.
En “Agnus dei” (1971, anoche en la Filmoteca, donde volverá a pasarse el viernes 29) la cámara ya se pone inicialmente en movimiento sin necesidad de nadie a quien seguir, para no parar en todo el tiempo. Como siempre en Jancsó, seguirá entonces al primer personaje o grupo de personajes de su interés, hasta que se cruce con otro u otros que le suscitan más aún y seguirá sin parar su movimiento con ellos. Y así sucesivamente, hasta el final.
Estas coreografías dan juego aquí a un relato alegórico, con elementos muy simbólicos, sobre una rebelión -se supone que de “rojos”- que tuvo lugar en Hungría en 1919. Llegamos a ver en la trama su final, cómo se sofoca y fracasa, el triunfo de los realistas que dicen han alcanzado ya la paz para siempre (así lo explica una canción que entonan) y la subida de un nuevo líder que parecía más humano pero que acaba con todo en una orgía de violencia y de sangre.
En cada fase de este proceso vemos en cada bando, que van mostrando alternativamente su dominio sobre el otro, en un vaivén constante, a personajes exaltados y a otros conciliadores.
Tres sacerdotes, de diferente carácter, aparecen, pero hay uno, especialmente, que se erige en eje central de todo. Se trata de un cura ultramontano, fanático es poco, totalmente repulsivo, que atemoriza e incita a las mayores salvajadas, temeroso de Dios. De tan acentuado que está mostrado su carácter, me hizo anoche bastante gracia. Cuando ésta muy acalorado, sabiéndose que eso le provoca una crisis no sé si epiléptica, corre a remojarse.
Estoy siguiendo el ciclo Jancsó hasta ver en qué momento el interés de su cine caía en picado, hasta llegar a ciertos esperpentos del final de su filmografía. Creía que eso iba a pasar a partir de “La confrontación”, por lo que ya no confiab
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