En “La peau douce”(1964), François Truffaut ofreció uno de los más punzantes, a la vez que certeros, retratos de la vida cultural de provincias. Su protagonista (un algo desabrido Jean Desailly: nunca sabremos qué le vio la atractiva azafata encarnada por Françoise Dorléac para liarse con él) acepta ir a dar una conferencia a Reims, para, aprovechando la circunstancia, pasar un fin de semana con su amante. Pero las fuerzas vivas de la ciudad no van a dejarle ir así como así...
El sórdido ambiente sobre la vida cultural provinciana, que tiene también un demoledor retrato en el par de documentales que Jean Eustache hizo sobre “La Rosiérè de Pessac”, me ha vuelto a resultar muy bien descrito en unas páginas del “El día que llegué al Café Gijón”, de Francisco Umbral. En ellas Umbral recuerda su ida a Tomelloso a recoger su primer premio literario, por un cuento presentado al concurso de la localidad. Allí le esperan también las fuerzas vivas culturales, que lo agasajan, le preguntan que por qué no se queda más tiempo, le escuchan en el teatro leer su pieza y luego le emparejan a una chica y le llevan a bailar toda la noche. “Reina por un día”, al despertar en la pensión al día siguiente ya nadie se acuerda de él. Pensando en todo lo vivido, camina solitario hacia la estación, para coger el tren que le llevará de regreso a su vida en Madrid. Habiendo vivido todo eso, concluye con una frase lapidaria:
“La verdadera y única gloria que se conquista es la gloria literaria de provincias. Pero es una gloria celérica, ya digo, porque si no es celérica, si no te vas en seguida, al día siguiente le ves el revés triste a todo.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario