Andaba algo inquieto Manel Muntaner antes de la sesión de homenaje que le dedicó ayer la Filmoteca. Él había querido pasar únicamente “Especial 84” (1984), para celebrar el 70 aniversario de la aparición de la novela de Georges Orwell, pero sus amigos, a sus espaldas, habían cambiado el sentido de la sesión, virando el objetivo del homenaje de Orwell a él mismo y, sin que él lo supiera, habían acordado incluir tres películas suyas más. De esta forma, 130 de los 150 minutos disponibles iban a estar ocupados con la proyección, sin dejar tiempo para comentar nada.
Debo decir que el cambio tuvo, para mi, una valoración ambivalente. Primero he de explicar que, no sé si por Manel Muntaner tener algún problema de sordera -cuestión de la edad: Octavi Martí desveló en la presentación que no sólo era el aniversario de “1984”, sino también de él mismo, que cumplía 80 años- pasaron su “Edición 84”, que definiré como un film de imágenes experimentales con él mismo leyendo a una velocidad que va incrementándose una extensa selección de frases de la novela, a todo volumen, haciéndola para mí ensordecedora e interminable. Así las cosas, el cambio de programa tuvo el aliciente de dejar degustar de nuevo, en primer lugar, “Full blanc” (1974-77), si bien, en contrapartida, pasó a ser completado con “La Diada 2013” (2013), un también largo documental de montaje automático (eso es: de banderita en balcón a otra banderita expuesta en otro balcón, de niño con camiseta alusiva a otro primer plano de niño cantando canción patriótica y de discurso enfervorecido a otro discurso del mismo tipo, mezclando todo en un poti poti que realmente se me indigestó) de las once horas de grabación que yendo por las calles de Barcelona efectuó ese 11 de septiembre Muntaner y con “Petit aldarull” (2017), otro reportaje de exhibiciones masivas callejeras que volvía a ensordecer con la manía que tiene la gente de exhibirse con petardos y otros fuegos.
Me concentro, pues, en “Full blanc”. En 1979 escribí un papel sobre su pase en la Filmoteca de entonces para la revista “Cinema 2002”, que he encontrado y por curiosidad arqueológica adjunto. Andaba yo en aquel momento aún golpeado por la visión, poco antes, del “Contactos” (1970) de Paulino Viota, que el film de Muntaner, con su voluntad y pasión cinematográfica a cuestas, me recordaba. Escribí, sin conocer a su autor, bastante entusiasmado de que alguien mostrara con su película, con sus travellings y sus sonidos, ser una persona que bebía cine e intentaba encontrar su lugar en el cine valiéndose de esa misma pasión, sin dejar de lado sus preocupaciones políticas. Pocos escritos debieron salir entonces sobre la película, con lo que él debió valorar que un desconocido le dedicara toda una página de una publicación cinematográfica. Así fue que, hace unos años, cuando en la misma Filmoteca me presenté como el que le había escrito, hacía mucho tiempo, el papelito en cuestión, me abrazó emocionado.
Vista de nuevo ahora la película, para mí sigue trasmitiendo ese mismo espíritu, esa búsqueda de una forma que refleja una pasión interna grande por el cine. Pero habiendo visto la sesión entera, uno se pregunta cómo un entusiasta confeso de Bresson puede hacer también películas que, en mi opinión, son la antítesis, más allá de darle un uso al sonido tan importante como a la imagen, de Bresson.
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