domingo, 10 de junio de 2018

Luz Obscura


"La PIDE siempre formó parte de nuestra vida". Lo dice uno de los narradores de "Luz obscura" (Susana de Sousa Dias, 2017), que hoy ha pasado en la Filmoteca dentro de la Mostra de Films de Dones. Lo dice uno de los narradores, en su queda voz en off, dándose tiempo entre frase y frase, mientras la pantalla permanece en negro o con una imagen fija o con escaso movimiento. Ya has tenido tiempo anteriormente para asumirlo como una gran verdad.
Mientras me decidía a acudir a la sesión he dudado si ya había visto la película, porque me sonaba muchísimo su sinopsis. Quizás era la misma que tenía dos títulos, he pensado por un momento. Pero no. En la pequeña introducción del film, una responsable de la Mostra, al tiempo que se disculpaba de que al final no hubieran podido traer a la realizadora (lo que es una lástima, porque seguro que habría dado pie a un coloquio de gran interés), explicaba que desde que tuvo acceso al archivo fotográfico de la PIDE (la policía política portuguesa), está haciendo películas muy similares, siendo ésta la tercera, pero la primera de concepción: retuvo en su cabeza la imagen de un niño en el regazo de su madre, en una cárcel, y le fue dando vueltas.

Son los nietos los que hablan ahora (dejando ver en alguna ocasión -muy pocas- su rostro), de los recuerdos que guardan de sus padres y tíos, en la clandestinidad o en prisión, o de su abuela, manteniendo en alto la familia pese a las circunstancias.
Como el relato es, las más de las veces, sobre gente apenas frecuentada, separada de cuajo de su familia, torturada,... los relatores no disponen casi de imágenes que unir a los recuerdos y todo lo que vemos en pantalla es por fuerza concentrado, esencia pura. Al principio aparece un negro mar algo agitado, en otras ocasiones es una de las fotografías de la PIDE la que nos da los rasgos de los personajes evocados, dando la impresión de que gozamos de un privilegio, porque la sobrina del retratado, por ejemplo, da la impresión de que nunca ha visto el retrato, y apenas si recuerda algún rasgo o, simplemente, sólo ha oído hablar de él, sin llegarlo a ver en vida. En un par de secuencias, la evocación de la abuela se efectúa con la cámara enfocando los trastos rotos, viejos muebles y objetos en medio de las ruinas de lo que debía ser su casa.

Por su parte, a falta de imágenes, los sonidos deben ser, en un tipo de prisión como las evocadas, importantísimos. Consiguen acercarte una vida que tienes, ahí dentro, vedada. En el film es entonces también el sonido casi más importante que las imágenes. Se viven unos ladridos lejanos con una intensidad fuera de lo normal.
Y quedan las fotografías de los miembros de la familia Pato. Las más corresponden a las típicas sacadas -por un profesional de la cosa- de perfil y de frente en el momento del ingreso, previo a las palizas. Hay también otras que alguien del sistema sacó a los internados. Susana de Sousa, selecciona aísla y recuadra algún trozo de éstas, mostrándonos unos pies, unas manos que nunca han podido gozar de todo lo que se puede gozar en esta vida.

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