Quizás haya sido un poco injusto con "La doble cara de Peter Lorre" (1983), el film de Harun Farocki que abrió la sesión ayer a él dedicada en la Filmoteca. Es verdad que me entró mucho sueño viéndola, y que si quedé en algún momento algo traspuesto, no todo se debió a mi necesidad de dormir algo más. La monótona voz de Farocki y la estructura que le da a su película, enlazando bajo ese sonsonete foto tras foto de las intervenciones de Peter Lorre en una u otra película, sólo rota por la posible intensidad de alguna escena incluida, pueden situarse también en el banco de los acusados.
Pero dejando eso de lado, habría también que reconocer que la tesis del documental es fuerte y muy interesante. Situaría al Peter Lorre del mundo del cine entre dos papeles fundamentales suyos, en los que hace de asesino, pero de muy diverso orden. Uno es el primerizo pero inolvidable de "M, el vampiro de Dusseldorf" (Fritz Lang, 1931), explicando ante ese tribunal de gentes del hampa que actuar así está en su naturaleza, y él no puede hacer nada por evitarlo. Otro es el protagonista de una película dirigida además de interpretada por él en Alemania, en 1951, "El hombre perdido", un científico que detecta que puede cometer todo tipo de tropelías, porque las ocultará un poder que le necesita. Entre medio y sobre todo después, en Norteamérica, cuando él creía que ya todo le iba a venir cuesta abajo, sí le dieron muchos papeles en el cine, pero siempre para hacer reflejar una caricatura lamentable de los papeles que le hicieron famoso.
En la imagen, la máscara de yeso que vemos le ponen a Lorre al inicio del documental, y que le sirve a Farocki para explicar su título y elucubraciones con doble fondo sobre si es la máscara construida la que se parece a la cara de Lorre o es ésta la que adopta la imagen de la máscara.
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