Estoy contento de haber ido a ver “Dos hombres en Manhattan” (Jean-Pierre Melville, 1959, con él mismo de protagonista) en la Filmoteca, aunque no sea nada del otro mundo, y más bien al contrario en lo que a deslavazada y en ocasiones en lo que a interpretación se refiere. Pero presenta unas cuantas curiosidades que te la convierten en algo fuera de lo normal y que te la hacen seguir con interés.
Está rodada en una serie de decorados, alguno mejor que otro, que figuran ser elementos de la vida nocturna neoyorkina de la época (Capitol Records, Mercury Theatre, un Diner, un prostíbulo, callejones con farolas de gas,..), con unos interregnos de planos generales exteriores que acentúan todos los aspectos de modernidad (coches, rascacielos, letreros luminosos).
Tiene una trama con una mínima intriga, que parece de cine negro, para pasar de golpe a plantear un tema moral, pero lo que más me ha gustado, para ser sinceros, es ver con mis propios ojos que el edificio de la ONU se edificó en la orilla del East River entre un paisaje totalmente residual, lleno de fábricas humeantes.
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