domingo, 14 de febrero de 2016

Le plaisir

El desenfrenado baile en el Palais de la Dance.
Son relatos sobre diversos aspectos del placer según Maupassant y Ophuls. Que para este último estaba asociado, qué duda cabe, al baile, al continuo movimiento de cámara en pos de un personaje, que se cruza con otro que arrastra tras de sí a la cámara, y así sucesivamente. Ya los mismos títulos de crédito de “Le Plaisir” (Max Ophuls, 1952, hoy en la Filmoteca) arrastran a la polka y al vals, y en los tres episodios (como en prácticamente toda su filmografía) te va balanceando suave, pero armoniosamente, de un lado para otro.
Los parroquianos no saben que hacer el sábado por la noche al encontrar el prostíbulo cerrado.
Una historia de la voluntariosa búsqueda del placer más allá de las propias fuerzas constituye el primer episodio. La gente acude al Palais de la Danse, y entre ellos ese misterioso personaje que baila frenéticamente, como si le fuera la vida en ello.
Final de la salida de campo, para acudir a la primera comunión de la sobrina de la patrona. Con planos deudores de los impresionistas, como "Une partie de campagne"
El episodio central es el de mayor duración, y el más luminoso, pese a que empieza –siempre narrado por la voz en off de Jean Servais haciendo de Guy de Maupassant- por la noche, con la llegada de diferentes personajes de la ciudad puerto marítimo al prostíbulo que nos ha sido descrito al detalle por la cámara, resiguiendo una tras otra todas las habitaciones del edificio, pero desde fuera, a través de sus ventanas, en un tour de force impresionante.
El inicial embeleso de un pintor por una bella modelo.
La salida de las pupilas del establecimiento al campo al día siguiente, para celebrar con su patrona la primera comunión de su sobrina, es un claro antecedente del día de recreo de las de “L’Apollonide” de Bonello, y desprende por momentos la belleza de “Une partie de champagne” de Jean Renoir. Su momento álgido es, quizás, la corriente de emoción que recorre la iglesia en que se celebran las primeras comuniones, originada por las lágrimas de una de las chicas que asisten a –como dice el personaje de Jean Gabin- una fiesta tan familiar.

Después de un episodio largo, uno corto cierra el film. Narra, desde un punto de vista exterior, el rápido recorrido de encariñamiento de un pintor por su modelo, su fastidio y final y eterno regreso junto a ella.
Max Ophuls, siempre un festín inacabable.

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