martes, 2 de febrero de 2016

El día de la sipia


Lo nunca visto. "El día de la sipia" (Emili Manzano, 2015) ha sustituido a "El último tango en París" en la sala grande de la Filmoteca porque había mucho más público esperándola ver. Pero más que al film de Bertolucci me ha parecido asistir a un western, con elementos de "Solo ante el peligro". Así, Manzano arranca y casi finaliza el film con un primer plano de las manos (y juguetones dedos) de Enrique Vila-Matas a sus espaldas mientras la música de Publio Delgado envuelve y sigue la silueta del escritor alejándose por las calles de París. Un París que hubiera preferido con un protagonismo aún mayor que el que ya tiene (aparece la casa de Marguerite Duras en la que vivió, la preciosa Place de Furstenberg, la remembranza de la Maga, el Boulevard de Saint Germain,...), y que quizás resurja en "Extraña forma de vida", el documental "más clásico" que sobre Vila-Matas ha realizado al mismo tiempo Emili Manzano.
El hombre del oeste que llega al poblado (París) y que se aleja del mismo al final de la peli es Enrique Vila-Matas, y su misión, ser retratado por Miquel Barceló, a la sazón preparando una exposición (“Sipiesca”) y, a la vez, haciendo con una técnica muy precisa (pintura negra luego convenientemente "despintada" con lejía) toda una serie de retratos de artistas amigos y de su propia madre.
La conversación entre Barceló y Vila-Matas lleva incorporada el auto-relato de varios aspectos de sus respectivas biografías, empezando por los divertidos intentos por evitar el servicio militar. Pero, sobre todo, hace girar la rueda del tiempo y, mientras la lejía va haciendo su trabajo sobre el retrato ya pintado, lleva a unos flashes fulgurantes de unos cuantos personajes de sus respectivas generaciones (ligadas por el nexo de Paula de Parma) que fueron aniquilados por la heroína.

Es un gusto que toda una TVE y toda una TV3 se pongan de acuerdo en producir cosas como ésta, que se podrá volver a ver el próximo jueves en la televisión catalana.
Como además esto ha sido un acto social, la crónica, ya incompleta de por sí, no podría ser más incompleta si no señalara que nos ha permitido disfrutar de la presencia del flamante nuevo Conseller de Cultura de la Generalitat, Santi Vila, en lo que según sus palabras era su primer acto público. Ha llegado hasta la mesa de la presentación inicial alargando su brazo por el hombro de Vila-Matas, se le ha pescado una involuntaria inmodestia ("Los de esta mesa de excelencia no hemos visto..."), ha leído un texto en castellano del escritor (mientras le iba cogiendo el brazo en busca de complicidad de tanto en tanto), ha estado orgulloso de los que ha venido a señalar como catalanes universales (barriendo hacia casa a Barceló), ha prometido trabajar para que el mundo de la cultura quede lo más protegido posible y por último me ha recordado a esos clérigos de la Iglesia Anglicana que despiden a sus feligreses a la puerta de la iglesia, porque situado en el pasillo esperando a los participantes en el coloquio, iba saludándonos a los espectadores que salíamos, regalándonos a cada uno una amplia sonrisa.

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