sábado, 21 de febrero de 2015

Pinochet y sus tres generales

Cuando la vi, en la ya casi olvidada Semana de Cine en Color de Barcelona, ya debía pensar lo mismo que ahora. Más que poner el dedo en el ojo, denuncia por aquí y por allá, no hay nada tan demoledor como recoger las cosas como las ves, sin acentuar nada. Algo así debió pensar también en 1976 José Maria Berzosa cuando decidió vestirse de cordero para hacer su reportaje para el INA francés. Tras unos iniciales recelos, le abrieron sus casas de par en par tanto la Junta militar chilena como el capitoste máximo de la “democracia autoritaria” chilena, Augusto Pinochet. ¿Cómo iban a resistirse ellos y sus mujeres a preguntas de tan buen gusto como qué era para todos ellos la felicidad, o cuáles eran sus gustos literarios o musicales?
En sus acomodadas casas, creyéndose poseedores de grandes conocimientos, confortables en su papel, se dejan ir. Hay que verlos, hay que escuchar el conjunto de nimiedades, esos vergonzantes lugares comunes que sueltan con gran prestancia, esos pellizcos de supuesta “sensibilidad” por aquí y por allá, esas risibles –si no fueran trágicas- declaraciones políticas. Hecho eso, uno se hace cruces de que buena parte de un país dé soporte, cuando ven peligrar sus privilegios (eso aún lo entiendo), a gente de esa “categoría”.
La película es larga. Recomiendo guardar el enlace, y verla en cuanto se tenga tiempo y disposición para ello. A mí me ha ido perfecto, por ejemplo, para pasar esta tarde de sábado, encerrado en casa por un gripazo. Garantizo plena satisfacción.

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