viernes, 27 de febrero de 2015

La belle nivernaise

Sigue, y sin decepcionar, el ciclo Jean Epstein en la Filmoteca. Hoy se trataba, también con música en directo para la ocasión, de “La belle nivernaise” (1923), un cuento decimonónico (de Alphonse Daudet) de esos que permiten imaginarse a los espectadores de la época, satisfechos, a la salida del cine, a donde han ido a ver su adaptación cinematográfica, y entender perfectamente la pasión popular que despertaban.
La historia explica cómo el patrón de una barcaza (“La belle nivernaise”)
que recorre el Sena, recoge a un niño abandonado, que crece con él, se hace compañero de su hija y confía en que será el nuevo patrón, cuando él ya no tenga sus actuales fuerzas. Algo parece que se lo vaya a impedir…
Epstein sigue demostrando su poder visual en varias ocasiones. Una es, precisamente, la escena de la recogida del niño. Medio duerme agotado junto a una farola, y tipos muy diversos van formando corrillo a su alrededor. Vemos su rosario de rostros, apreciando cómo uno de los personajes, un cocinero, distraído y atraído por el espectáculo, se mete ostensiblemente el dedo en la nariz. Otra muestra a la pareja de jóvenes en la barcaza, surcando el Sena entre París y Rouen, del que hablan los títulos de crédito. Ella reposa su cabeza, confiada, en el hombro de él.
No es “L’Atalante”, que nunca acabaría, como hace ésta, con las autoridades eclesiásticas ejerciendo a satisfacción su papel. Hay un momento, no obstante, en que parece que el realizador no esté tampoco para la labor laudatoria: El chico está enfermo, muy débil. Hay un sacerdote que le está haciendo unas admoniciones, alzando un dedo al cielo. Pero la debilidad que lo posee hace que no pueda ver ese dedo más que muy borroso… hasta que aparece la chica, dibujándose nítidamente en un segundo plano, tras ese inhiesto dedo.

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