domingo, 10 de enero de 2021

Flowers of Taipei. Taiwán New Cinema

Los directores del Nuevo Cine de Taiwán, que aparecieron en Cannes como un grupo compacto. Hsiao-Hsien -el de más a la izquierda-, por ejemplo, aparecía como actor en las películas de Yang -el de más a la derecha.

Weerasethakul explicando lo que más le sorprendió e influyó del Nuevo Cine de Taiwán.

Koreeda, en el espacio en el que Ozu escribió su “Cuentos de Tokio” con su guionista.

Hsiao-Hsien, al final del documental.

Apichatpong Weerasethakul, reflexivo en un balcón de madera que deja ver alrededor una selva como la de sus películas, comenta que el punto de vista frontal, el uso de ventanas y puertas en esas superficies planas que solía ser el encuadre de las películas del Nuevo Cine Taiwanés, le influyeron mucho en su propio cine.
Olivier Assayas dice que lo que primero le atrajo de ese cine tan moderno de Hsiao Hsin y de Edward Yang fue su ausencia total de exotismo. “Siendo no obstante profundamente del lugar” -le complementa Jean-Michel Assayas.
Wang Bing descubre un inesperadamente poderoso discurso oral, que antes sólo le había visto a través de las imágenes de sus films, mostrándose admirado de la forma de hacer del nuevo cine taiwanés, que sabe presentar personas, individuos de lo más real, frente a un cine de la China Continental que solo sabe presentar lo colectivo, sin saber dibujar el carácter de sus personajes.
Todo esto, junto a escenas muy bien escogidas del cine objeto del documental, puede verse en “Flowers of Taipei. Taiwán New Cinema” (Chinlin Hsieh, 2015; en MUBI), en la que antiguos seleccionadores de los Festivales de Cannes, Venecia o Róterdam y gente de cine y artistas de Francia, Argentina, Japón, Hong Kong, China y la propia Taiwan, elevan su sombrero ante la sorprendente frescura de las obras de ese grupo de cineastas que, ayudándose entre sí, surgieron en los años 80 en Taipei.
Y lo cierto es que algo tienen las películas de Edward Yang o las primeras de Hou Hsiao Hsien (de los únicos que -¡ay!- he visto algo), que al ver alguna de sus escenas te dejan atrapado por la composición de su cuadro, por los (escasos) movimientos de sus cámaras o por el movimiento, la vida, captados por ellas, dándote valiosa información, a la vez, sobre toda una sociedad que había restado muy alejada.
El documental no me parece muy recomendable únicamente por dar a conocer todo lo anterior, sino también por lo bien realizadas y enmarcadas que están -vía puesta en escena- sus entrevistas. Tanto es así que he ido a mirar si su realizadora ha hecho algo más, pero desgraciadamente éste es su único largometraje.
¡Ah! Por si fuera poco, en él Hirokazu Koreeda nos enseña la habitación en la que Ozu y su guionista Kogo Noda escribieron “Cuentos de Tokio”, mantenida desde entonces sin cambios notorios.


“Un día de verano”, de Edward Yang.

“A City of sadness”, de Hou Hsiao-Hsien.


 

Un espía en Moscú



Una curiosa y divertida rareza.
Ahora que vuelven a estar de moda los espías de Cambridge por efecto de esa serie toda ella ambientación de Filmin, puede estar bien explorar este complemento , que me ha resultado una encantadora miniatura (dura 61 minutos) y supone una divertida puya sobre el destino final de los ideales comunistas.
Se trata de “Un espía en Moscú” (“An Englishman abroad”, John Schlesinger, 1983), una ficción basada en el relato de la actriz Colar Browne sobre su casual encuentro con el espía Guy Burgess (interpretado por un bastante histriónico Alan Bates) cuando fue a representar un Shakespeare en la capital soviética.
Ironía destroyer sobre el destino del mundo comunista, pero también enternecedor retrato de una Gran Bretaña de manual que seguramente ya pasó también a la historia.


 

El cine para 2021 según los Inrocks




¿Y qué cine espera Les Inrockuptibles que se estrene (no se sabe cómo) en 2021?
De entre las que señala me apetecen un montón (luego ya se verá qué pasa con ellas, en qué estado dejan):
-The French Dispatch (Wes Anderson). Con una nómina de famosos actores interminable (Frances McDormand, Tilda Swinton, Mathieu Amalric, Benicio Del Toro, Bill Murray -el único que no debe sorprender-, Léa Seydoux, Willem Dafoe, Kate Winslet, Elisabeth Moss,...). Aunque a saber por donde saldrá: me temo que volverá a ser tirando a pantomima.
-Tromperie (Arnaud Desplechin). Adaptación de un Philip Roth que casa mucho con el confinamiento.
-Bergman Island (Mía Hansen-Løve). Rodada en inglés en la isla de Faro.
Y también tengo interés ahora mismo por ver:
-Annette (Leos Carax); que estaría arriba si no hubieran dicho que en ella tiene un papel muy especial una marioneta y que se trata de una comedia musical.
-Viens je t’emmène (Alain Guiraudie). Parece que dando vueltas a los atentados terroristas del 2015 en París.
-La gripe de Petrov (Kirill Serebrennikov, el de “Leto”).
-Benedetta (Paul Verhoeven). Me temo que buscando una historia bestia, de impacto, del siglo XVII.
-Memoria (Apichatpong Weerasethakui). Que se fue a rodarla a Colombia.
Estoy convencido de que las verdaderas satisfacciones, no obstante, vendrán de otras fuentes.
¿Y qué cine espera Les Inrockuptibles que se estrene (no se sabe cómo) en 2021?
De entre las que señala me apetecen un montón (luego ya se verá qué pasa con ellas, en qué estado dejan):
-The French Dispatch (Wes Anderson). Con una nómina de famosos actores interminable (Frances McDormand, Tilda Swinton, Mathieu Amalric, Benicio Del Toro, Bill Murray -el único que no debe sorprender-, Léa Seydoux, Willem Dafoe, Kate Winslet, Elisabeth Moss,...). Aunque a saber por donde saldrá: me temo que volverá a ser tirando a pantomima.
-Tromperie (Arnaud Desplechin). Adaptación de un Philip Roth que casa mucho con el confinamiento.
-Bergman Island (Mía Hansen-Løve). Rodada en inglés en la isla de Faro.
Y también tengo interés ahora mismo por ver:
-Annette (Leos Carax); que estaría arriba si no hubieran dicho que en ella tiene un papel muy especial una marioneta y que se trata de una comedia musical.
-Viens je t’emmène (Alain Guiraudie). Parece que dando vueltas a los atentados terroristas del 2015 en París.
-La gripe de Petrov (Kirill Serebrennikov, el de “Leto”).
-Benedetta (Paul Verhoeven). Me temo que buscando una historia bestia, de impacto, del siglo XVII.
-Memoria (Apichatpong Weerasethakui). Que se fue a rodarla a Colombia.
Estoy convencido de que las verdaderas satisfacciones, no obstante, vendrán de otras fuentes.








 

sábado, 9 de enero de 2021

El orden de las cosas



“El orden de las cosas” (Andrea Segre, 2007, en Canal Sundance) va de lo que sucede, pero no querríamos saber.
Rinaldi, antiguo deportista olímpico convertido en alto cargo policial italiano, que vive en una lujosa casa en un barrio residencial de Padua, viaja con frecuencia a Libia en misiones -como su colega francés- para la Unión Europea. Allí debe fiscalizar y conseguir que funcionen los sistemas ideados como barrera de acceso al continente de la inmigración ilegal. En el ministerio y la Comisión Europea quieren ver que el dinero que suministran a los órganos colaboradores libios obtiene el resultado esperado.
De forma voluntariamente aséptica, la película recoge la alternancia de tareas -políticas y turístico/familiares- de Rinaldi, meticuloso alto funcionario, en suelo libio. Pero muestra cómo un día repara en una pieza de ese puzzle inmenso que intenta montar, que contemplaba hasta entonces en bloque, sin parar en considerar cada pieza en sí.
No sé si todo esto del control en origen de los migrantes funciona como muestra la película, pero apostaría a que sí.





 

viernes, 8 de enero de 2021

Oliver Laxe con la FCC




Uno de esos casos de cineastas españoles apadrinados por los franceses, siempre en busca de un hipotético nuevo Buñuel. En Cannes hicieron de “descubridores” suyos y, de hecho, han programado y premiado sus tres largometrajes.
Oliver Laxe estudió Comunicación Visual en la Pompeu Fabra. Hombre callado y discreto, es fundamentalmente un tío que cae bien a todo el mundo.
En sus películas, siempre en ese fértil terreno entre la ficción y el documental, han participado de una forma u otra sus alumnos. En “Todes vós sodes capitáns” (2010) rodó con los de la escuela marroquí en donde daba clases. En “Mimosas” (2016) la relación con alumnos no es tan evidente, pero de alguna forma el proceso de aprendizaje profundo se dio en modo superlativo en ella, tanto por sus localizaciones como por emplear como actores personas que nunca habían actuado. Finalmente, su último largo, “O que arde” (2019), es de hecho un producto colectivo, del Máster de Documental de creación de la UPF.
Hay más cosas que hacen de cada una de sus películas un proceso de experimentación completo, abierto a todo tipo de sorpresas. Eso se ve claro si tomamos sus bandas sonoras, o sabemos que a cargo de la dirección de fotografía desde su segundo largo está Mauro Herce, a su vez un director de cine muy implicado en la fotografía y banda sonora -que adquieren un protagonismo importante- en sus propias películas.
Coincido con la opinión de una amiga que siempre espera con interés las películas de Oliver Laxe, si bien luego algún pequeño elemento le aparta del goce, de la satisfacción completa con ellas. Lo que no puede negarse es que hay una marcha ascendente, de aprendizaje y de realización en su evolución. En este sentido, confirmando lo que digo, quizás sea “O que arde” la que me resulta su mejor película, aunque todavía le veo algún pequeño elemento para que no me convenza del todo. Razón de más para esperar con ansiedad su próximo proyecto, esperando que no se confirmen rumores de sus intenciones de pasar a hacer otro tipo de cosas, a llevar otro tipo de vida.
De todo esto y más supongo que se hablará en una de las mejores iniciativas de la Federació Catalana de Cineclubs, que está programando unas conversaciones con nuestros más destacados -y por suerte accesibles- cineastas. Ya se encargará Tariq Porter, presidente de la FCC de hacerle llegar en la sesión sus dudas e intereses, para que la charla sea amena e interesante. O, por qué no, cualquiera que asista a la sesión podrá lanzar sus propias preguntas.
Bastará conectarse a la página Facebook de la Federació Catalana de Cineclubs el próximo jueves 14 de enero a las 19h, donde se podrá seguir en directo el encuentro.
Una oportunidad a cazar al vuelo.



 

jueves, 7 de enero de 2021

Mi cena con André



Me veo a mí mismo, cuando se estrenó “Mi cena con André” (Louis Malle, 1981), ufano más no poder, con dinero en los bolsillos y hasta en cuenta corriente, debido a ya tener trabajos con sueldo decente, que me permitían , aunque sin exagerar, salir por ahí sin la preocupación de si me iba a alcanzar lo que llevaba en la cartera.
Quizás por eso, recuerdo la gran satisfacción experimentada con la película, pero de ella retuve únicamente esas cosas a las que me estaba lanzando por entonces: el placer de ese ritual del restaurante en buena compañía, en un apartado rincón que protege y anima a una conversación a fondo, esa copita de Amaretto que, para redondear la cosa, pide Wally Shaw, ese actor de físico tan especial que ya siempre más asociaríamos con el personaje de la película.
Tras verla de nuevo hoy, producto de un pase televisivo que tuvo su repercusión por aquí, he podido reparar en lo que es seguro que provocó que pasara a ser un film de culto. Entrando en la conversación de cada uno de ellos (Wallace Shawn y André Gregory, que interpretan sus propios papeles), he podido constatar cómo representaban dos formas de pensar la vida, más “espiritual” el segundo, más “sensual” el primero, reflejando características que, como dice Malle, explosionaron en los años 60 y 70, y de las que la película no deja de ser su cierre, su despedida.
Tengo un libro de entrevistas de Philippe French con Louis Malle que he ido a consultar tras la visión del film (para eso están, sobre todo, este tipo de libros, para hacerse una idea cabal de lo visto, confrontando ideas con lo que ha pasado por tu cabeza durante la proyección). En el mismo, al margen de señalar una serie de cosas básicas, muy importantes sobre el film (como que partió de un guión de Shawn, con lo que el personaje de André estaba escrito por Wally..., o que insistió a ambos para que “actuasen”, interpretasen su correspondiente papel, como lo haría un actor) y de explicar con gran lujo de detalles toda la evolución del proyecto y de su realización, acaba Malle con esta frase, aproximadamente:
“(...) Encontré una mujer a la que conocía vagamente, esposa de un productor, que me dijo que había visto ‘My dinner with André”, y no cesaba de repetir que había encontrado el film maravilloso y después, en un momento dado, añadió: ‘he visto tu nombre y sé que has participado, que lo has realizado, pero qué has hecho, exactamente?’ Pensé que era el mejor elogio que podía hacerme. La mayoría de los espectadores, fuera de los que conocen un poco por dentro el cine, debieron creer que me contenté con colocar una cámara a un lado y otra en el otro lado, y que lo filmé todo en una tarde, mientras que los dos actores improvisaban. Llegar a dar esta impresión al espectador fue para mí un éxito enorme, que me complació muchísimo.”


 

lunes, 4 de enero de 2021

Kasaba






¿Cómo fueron los principios de Nuri Bilge Ceylan? Mubi nos da la respuesta a esa pregunta mediante la película que ha colgado hoy, Kasaba (El pueblo, 1997) en su plataforma.
Espléndida, se inicia con la jornada escolar, con los niños de una escuela rural haciendo esa proclama laica de amor a su país que instauró Ataturk y que ahora ha sustituido Erdogan.
El profesor, mientras los niños se desentumecen al calor de la estufa, mira melancólicamente a través de la ventana como nieva. Luego seguimos el recorrido de un par de niños a su casa por todo ese mundo rural.
Más adelante asistimos a las conversaciones de la familia junto a una hoguera, que nos descubren que ahí están todos los personajes y temas que aparecerán en sus películas posteriores: el joven que se enrola en el ejército para salir de una vez de su pueblo y en el instante en que se aleja por el camino es cuando empieza a valorar los olores, los sonidos de la vegetación, etc.; el otro que se ha refugiado en sus libros; el que ha huido a la ciudad y apenas si ha regresado de visita un par de veces; la nostalgia del padre con sus historias antiguas...
Aunque utiliza también bastante los planos secuencia y no dura las habituales tres horas, sino solo 85 minutos, tiene muchos más planos, diría, que en sus otras películas. Y, como siempre, un poder visual increíble.


 

El cine bajo la mirada de Magnum


Éste es uno de los libros de fotografía que tengo a los que más estima profeso. Era el catálogo de una de esas exposiciones tan buenas que se hacían en la época en Barcelona. Hablaba, claro, de Magnum y el cine.
Y “El cine bajo la mirada de Magnum” (“Le Cinéma dans l’œil de Magnum”, Sophie Bassaler, 2017) es el documental que, hablando de lo mismo, pasó La 2 el sábado en “La noche temática”.
Empieza con Isabella Rossellini hablando del idilio de su madre con Robert Capa, el primer líder de la agencia, y sigue con una larga retahíla de fotógrafos de la casa hablando de las fotografías que tomaron en diferentes rodajes de cine. Quizás el caso de “Vidas rebeldes” (John Huston, 1962) fue el más espectacular dentro de los de este tipo. Magnum obtuvo la exclusiva y hasta ocho de sus grandes fotógrafos pasaron por el set, dejando inmortalizados a sus tres grandes actores anunciando su ocaso.
Otro caso muy diferente posterior destaca también. Es de de Koudelka, reclamado para el rodaje de “La mirada de Ulises” de Angelopoulos (1995). Hizo, realmente, todo el errante itinerario marcado por el rodaje, pero sus fotos -extraordinarias- muestran una mirada, un ángulo de atención totalmente diferente, quizás complementario, al de Angelopoulos.


 

domingo, 3 de enero de 2021

Europa. Un relato necesario


Mentiría si digo que me he leído este “Europa. Un relato necesario” (José Enrique Ruiz-Domènec, RBA, 2020) en una exhalación. Todo lo contrario. Incluso he estado tentado de dejarlo, agotado, en varias ocasiones.
Es una edición revisada y ampliada de un libro de éxito suyo, que intenta buscar mediante un repaso histórico (del año 312 al 2019) la esencia de Europa. Posiblemente un espectro temporal tan amplio es el causante de que, pese a sus repletas 400 páginas, determinados periodos y hechos sean tocados únicamente sobrevolando por ellos, buscando en una frase feliz caracterizarlos. De ahí también que, ignorante del trasfondo de tanto, no me haya acabado enterando de mucha cosa.
Si los capítulos intermedios son escuetos y pasa por ellos a una velocidad de crucero altísima, no pasa así por el último, sobre los tiempos más cercanos, redoblado por una coda, algo reiterativa, en la que quiere dejar claras sus conclusiones.
No creo que sea destripar el libro decir aquí cuáles son esas conclusiones o, al menos, las que me han quedado a mí como tales. La principal, por repetida hasta la saciedad, sería que estamos en una situación de lo más crítica. Y yo me he resumido en dos las causas que indica. Por un lado, la existencia de dos potencias disputándose la región: la Unión Europea y Rusia (deja a Putin como un auténtico diablo). Por otro, la irrupción de lo que clasifica como el nacional-populismo.
Este nacional-populismo, extendiéndose por toda Europa, es el que lo tiene amargado, sobre todo porque araña en buena medida, le usurpa su idea principal. Esa idea sería que se debe pensar el futuro estudiando el pasado. Pero en este trance, se queja, se han olvidado, apartándolos, de los historiadores. Mientras que los nacionalistas-populistas acuden al pasado para simplificarlo, restarle complejidad, adaptarlo a sus necesidades, y llenan el panorama de las famosas fake-news.
Habla en el libro no solo de hechos de esos que siempre se han estudiado en los libros de historia, sino que también hace un barrido, que ahora se diría transversal, por aspectos culturales, aparentemente anecdóticos, de la época analizada. Con su personalidad tan teatral a cuestas, he notado a Domènec interesado, más que nada, en el golpe de efecto. Me ha parecido, ya que no está ante un auditorio al que pueda asombrar poniéndose de pie, acompañándose mediante un gesto que demuestre sus tablas, que en ciertas fases se vende por un buen adjetivo, por una frase literaria, para redondear su párrafo, dejándolo ahí, volando su significado, inalcanzable más allá de su belleza, por las nubes.
Podría achacar a mi ignorancia mucho de lo que da sin que me entere demasiado bien qué quiere decir. Por eso me he detenido en alguna cosa que explica de películas y cineastas, por aquello de que los tengo más frecuentados. Pongo aquí unos pocos ejemplos:
-Tras hablar de la llegada del desatado consumismo a la Europa de los años 60 y de la inmigración desde el Tercer Mundo, suelta: “Godard sintió una necesidad sensual de filmar ese mundo en ‘Alphaville’: película de culto pues mostró los límites morales de la abundancia.” ¿Fue hecha ‘Alphaville’ para mostrar -o de ella se deducían- los límites morales de la abundancia?
-Sobre Bergman y Dreyer, diría que olvidando la real cronologia de las obras suyas que cita, suelta frases de esas que no sé yo si realmente sirven para asentar su tesis o bien sólo para ofrecer el aroma ambiental que busca encontrar. Hablando de la aparición de la socialdemocracia dice: “En ‘Fresas Salvajes’, antes que nadie, y en sueco, Ingmar Bergman descubrió el mundo interior de esa nueva sociedad auspiciada por la socialdemocracia. Lejos de toda intención nostálgica o emotiva, dotó al hecho de un lenguaje, de unos personajes y de un espacio. Con ello, Bergman inauguró la cinematografía que acompañaría a Europa en la búsqueda del paraíso socialdemócrata, como Dreyer había creado con ‘Gertrud’ el cine de las grandes soledades, del misterio de la vida”.
-Y hablando de ‘La Nueva Ola’: “Y Federico Fellini, de pasado neorrealista, que realizó un cruel retrato de la sociedad mundana en ‘La dolce vita’ y ‘Ocho y medio’. Con ambas películas abrió la puerta a un paraíso vedado al cine: los entramados temporales”.
Y yo que creía que eso venía de la ‘Intolerancia’ de Griffith...







 

sábado, 2 de enero de 2021

El viaje de Takara




Envalentonado por el buen resultado que obtuvo en mí “Le parc” (2016) y antes “Les enfants d’Isadora” (2019), vi anoche la tercera película que de Damien Manivel presenta ahora mismo Mubi, “El viaje de Takara” (“Takara, la nuit où j’ai nagé”, 2017), que me ha parecido una miniatura deliciosa.
El sistema ofrece únicamente la versión original francesa subtitulada en inglés, pero los escasos de lenguas como yo no deben tener miedo, porque se trata de una película sin diálogos y, por otra parte, en todo el metraje sólo se detecta el rumor de un lejano altavoz y en otra escena el sonido de una televisión, ambos en japonés...
Que no tenga diálogos no quiere decir que no exista sonido, pues en ella su banda sonora, con apariencia de sonido directo, es muy importante.
Son las películas que he visto hasta ahora de Manivel de esas que deben verse con atención, porque la observación tiene premio, que es el auténtico disfrute.
La trama de ésta, que debes ir interpretando a partir de esa atenta observación de que hablo, es muy sencilla: Nieva copiosamente y esa zona del Japón queda cubierta por un gran manto de nieve. El niño protagonista se despierta de noche y luego ya no puede conciliar de nuevo el sueño. Aprovecha para hacer un dibujo, que va marcar toda la aventura, pero ese desvelo le va a pagar factura constantemente al día siguiente, cuando se dirige con el dibujo, aparentemente, al colegio.
Se trata de un niño con una sorprendente autonomía, como se va viendo a partir de las decisiones que va tomando cuando seguimos su peripecia. En ella entremezcla los juegos a los que le lleva su edad con su firme propósito, dando pie a alguna escena muy divertida (sus caídas muerto de sueño, su disimulo al ser descubierto cuando iba a mear en un rincón, etc.)
Temía la aparición de algún elemento fantástico en la trama, pero por suerte no ha sido así. No hacia ninguna falta.


 

Le parc



De Damien Manivel, autor de la especial “Les enfants d’Isadora” (2019), hay en Mubi una película previa, “Le parc” (2016), que, vista hoy, descubro que no le va a la zaga en delicadeza y callado misterio.
Un día de verano dos críos quedan, primera cita, en un enorme parque de la banlieue. Pasan el día en un banco, paseando por el parque, preguntándose y contándose, indecisos, con más silencios que palabras, sus cosas.
Habrá quien no resista la parsimonia con la que se desarrollan los acontecimientos en el parque, en el que en ocasiones son las hojas batidas por el viento de unos chopos las que dan la máxima animación a la escena. O quien no soporte el posible oscurecimiento e intento de vuelta a atrás en el que quizás derive la trama. No es mi caso.


 

Jerez & el misterio del Palo Cortado




Vincent Price, en una escena con Peter Lorre, de “Tales of terror” (Roger Corman, 1962), sucumbiendo ante una copa de Jerez. Una escena, supongo que seleccionada por él, que acompaña a Pepe Jiménez explicando parte de su colección.

Fotograma del film, creo que correspondiente a la casa de un antiguo director de Domeq.

Tenía medio perdida en la saca, grabada de un pase por La 2 de hace medio año, “Jerez & el misterio del Palo Cortado” (José Luis López-Linares, 2015), que me ha sorprendido por su ambición: sentar el estado del arte del vino de Jerez en el momento de su producción.
Toca muchos palos, recorriendo todas las bodegas de Jerez, dejando hablar a sus propietarios y gestores. Hasta aparece nuestro amigo Pepe Jiménez, como experto, hablando de las citas que del vino de Jerez aparecen en famosas películas.
Como hay tantas bodegas y se ven medios detrás, yo le habría quitado cierto aire de promoción corporativa que tiene y me habría concentrado en mostrar escuetamente (las florituras sobran: ya habría surgido sola la enorme categoría) la historia y el presente de cada marca. Una serie habría sido entonces lo más adecuado, con capítulos exclusivos para los grandes nombres y compartidos para las bodegas más pequeñas.
Recuerdo la alegría con la que acogió mi abuelo, natural de Jerez de la Frontera, el resultado de un larguísimo pleito: una sentencia que determinaba que no podría ya volver a llamarse Jerez o Sherry más que al producto de la zona de Jerez, eliminando de ese modo venga aprovechados imitadores que estaban surgiendo. Habría visto con agrado, creo, este documental, que supongo será bandera de presentación de muchos organismos de la ciudad.


 

viernes, 1 de enero de 2021

Cautivo del deseo


Leslie Howard, aquí con Bette Davis, es uno de los atractivos de “Cautivo del deseo” (“On human bondage”, 1934), un melodrama de los que tan bien le salían a John Cromwell y que hizo punto de referencia mundial a Hollywood.
En ella Howard hace de un estudiante de medicina con un complejo terrible debido a su pie deforme. Se enamora de una camarera (a la sazón Bette Davis) que se convierte para él en una obsesión... y una condena que parece caer sobre él como una maldición cuando está a un paso de arreglar su vida con alguna chica guapa y formal de verdad (Francés Dee, Kay Johnson), en comparación con la casquivana Mildred (Bette Davis), quien alcanza niveles satánicos de maldad.
Por lo demás, tiene esa frescura de las buenas películas de los años treinta, con escenas típicas pero siempre efectivas, como las hojas del calendario saltando en sobreimpresión con la imagen de un personaje, evolucionando con el tiempo.
La he visto, sin que apenas la recordara, en Mubi.