domingo, 13 de octubre de 2019

Ta’ang

En un improvisado campo de refugiados en Birmania, junto a la frontera china.

Huyendo de la guerra en un “taxi”, con las pertenencias que han cabido.

Ya en la ciudad, esperando que un triciclo haga varios viajes para llevarlos.

Me informaron de que “Ta’ang” (2016, en Filmin) tenía la muy abordable extensión, para lo que estila Wang Bing, de dos horas. Esta mañana, cuando he visto que duraba en realidad 148 minutos, he estado tentado de tirarme para atrás y cambiarla por un mediometraje suyo que también corre (todos ellos sólo hasta el 6 de noviembre) por Filmin, pero finalmente me he lanzado.
Así, mientras no paraban de oírse helicópteros, yo andaba analizando qué había estado pasando en ese otro confín. En esta ocasión Bing ha rodado a ambas orillas de la frontera entre Myanmar y China, siguiendo a grupos de refugiados Ta’ang. Venciendo la somnolencia he ido mirándola, viendo cómo junto al fuego, en el exterior y de noche, una mujer explicaba a los que rodeaban la olla con algún alimento las penalidades que había debido sufrir ella y los suyos para alcanzar, sin saber cuál iba a ser su futuro, ese sitio a resguardo de la guerra.
Antes he visto cómo un par de jóvenes construían con bambú, lonas y la fuerza de sus manos un toldo para proteger del sol y del viento a cantidad de mujeres y niños, que se diferencian de los miles y miles de refugiados que campan por el mundo quizás únicamente por llevar, en vez de las típicas camisetas anuncio, trajes tradicionales. Eso era en Birmania, pero luego pasábamos a China a ver otro tanto con ellos mismos, ya desplazados a un campo de refugiados establecido en una explotación de caña. Y más tarde los hemos visto -abuelos, mujeres y niños- en un “taxi” (una camioneta abierta, llena de bultos) desplazándose hasta la cercana ciudad china y después, en varios viajes de triciclo, intentando llegar a algún sitio donde se les permita vivir.
Pero quizás donde si me he quedado atrapado especialmente, y creo que es lo que recordaré con el tiempo de la película, es, ya a la luz del día, cómo unos cuantos lugareños birmanos que han quedado atrapados cerca de las hostilidades, cargan lo que pueden en tractores y huyen camino arriba y, ya en el lado de frontera chino, cómo unas cuantas mujeres y niños, escapados con lo puesto, sufren la tensa espera de acontecimientos oyendo el tronar de la artillería, alguna ráfaga o explosivos, buscando un refugio donde pasar la noche.
Allí Bing, que lo graba todo, sigue con su cámara como nos tiene habituados a las que se desplazan y capta, por ejemplo, el instante en que un niño se agacha y presenta su espalda para que una mujer -¿su madre?- le cargue en ella el portabebés donde le suele llevar. A su corta edad ya está acostumbrado a colaborar.

Huidas con lo puesto, ven que la noche se les va a caer encima.





 

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