lunes, 14 de octubre de 2019

Daïnah la métisse

Las peculiares caretas de los pasajeros en la fiesta de disfraces.
Siempre digo que si la Filmoteca hiciera una retrospectiva lo más completa posible de Jean Grémillon, daría un buen puntazo. Cineasta muy especial, con unas cuantas películas, además, rodadas por aquí, es el autor de la magnífica “Remorques” (1941) y otras suyas no le van a la zaga.
Diferenciándose la de la mestiza Daïnah.

“Daïnah la métisse” (1932) también está ambientada en el mar, y es una misteriosa rareza. La Filmoteca la programó ayer dentro del ciclo ese que reúne una serie de películas prohibidas, perdidas / reencontradas o, lo más importante, restauradas recientemente por cinematecas de todo el mundo. La anunció como inacabada, lo que explicaría los sólo 51 minutos de su sesión. La sorpresa ha sido cuando, transcurridos los 51 minutos, nos hemos dado cuenta de que comprendían una historia completa, de principio a fin, sin que pareciera faltar nada en ella. El meollo de su intriga, eso sí, permanece abierto. Pero esto no deja de incrementar positivamente la sensación de misterio que toda ella transpira.
Daïnah con su marido, el prestidigitador, en su camarote.

Transcurre de principio a fin en alta mar, a bordo de un trasatlántico. Es un film de contrastes acusados. Se me permitirá decir que uno de ellos se encuentra entre la blancura de todos los trajes de los elegantes pasajeros y la negrura del rostro del misterioso prestidigitador, casado, pero con una relación extraña, con la que da título al film, que es, ciertamente, mestiza.
Una de las extrañas fiestas que entretienen la larga travesía. Le llamaban “el bautismo del mousse” -ignoro el real significado aquí de “mousse”-. Meten a un crío en un barreño y lo duchan bien duchado con una manguera.
Pero hay muchos más contrastes, destacando el existente entre el elegante pasaje, con sus bailes y fiestas y la tripulación de las profundidades de la sala de máquinas del barco.
El contrastado mundo de la sala de máquinas, por donde expresa su deseo de pasear la desinhibida Daïnah.
Un halo de misterio se desprende de cómo está relatada la historia del film, un acontecimiento que altera la larga travesía. Su ambiente va lográndose picoteando por aquí y por allí, en cortas escenas que acaban con una prolongada pausa: Dos señoras ya de edad intentan combatir el tedio mediante la lectura, pero una sorprendente escena posterior -bastante cómica- nos habla de que son otras cosas las que les agrada. La sofisticada mestiza propone un baile de disfraces, a cada uno más extraño, etc.

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