Contemplación en mortecina sesión de sobremesa de domingo de “Colette” (Mash Westmoreland, 2018), que responde muy fielmente al arquetipo del “trabajo esmerado del equipo de producción”. En un momento dado, el matrimonio formado por Colette y Willy, su aprovechado primer marido, visitan una casa de campo que acaban de comprar con el anticipo de una novela de la serie de “Claudine”.
En ese momento se me abren, incrédulo, los ojos. Ella pasa a una habitación en la que tres hombres están puliendo, cepillos en ristre, el parquet. Es literalmente el cuadro de Caillebotte animado.
A partir de ese momento me habría gustado que los detectores de imágenes no fueran la pieza más retrasada del actual mundo digital, para ir viendo qué famosos cuadros, cuyas imágenes hacen que cantidad de planos te resulten familiares, han ido usando para que la gente salga del cine diciendo: ¡Qué bien retratado está el ambiente del principio del siglo XX”
Algún plano no está sacado de un cuadro, sino de una fotografía de la época de la pareja. |
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