Apu |
“Pather Panchali” (1955) es el primer episodio de la extraordinaria “Trilogía de Apu”, que debe ser uno de los mejores inicios continuados de un realizador en toda la historia del cine. Después de esto, salvo en algún film bastante diferenciado, Satyajit Ray hizo de tanto en tanto alguna película de la que se decía que era tan buena que recordaba a las de la trilogía inicial.
Ravi Shankar acompaña a los títulos de crédito de antes de iniciarse la película con un sitar de lo más alegre, para dejar luego ver a una niña salvaje y saltarina regresando a su casa, donde ofrece a escondidas unos frutos a su abuela, con la que mantiene una complicidad indisoluble. Es la hermana de Apu. Y a Apu lo veremos nacer poco después en este film, para seguirlo en los dos siguientes.
Apu con su hermana Durna. Él está a punto de ver por primera vez un tren. |
Escenas que acaban con fundidos que suponen el paso del tiempo, desde unos minutos hasta varios años. Escenas de un sensorial subido, en las que reinan la lluvia y el viento, afectando o definiendo la situación de los personajes. Bellas escenas todas, en fin, que van marcando la vida -y la muerte- en una familia venida a menos, ahora viviendo con sus penas y alegrías en una paupérrima casa rodeada por la vegetación, en el mundo rural.
Abuela y nieta, cómplices |
Unos pocos años antes, Satyajit Ray había conocido a Jean Renoir, presente en India con motivo de la preparación de “The river”. A los ojos occidentales la película de Renoir captaba, es verdad que centrándose en el entorno de una antigua familia colonial, el pulso de la vida en ese país, pero Ray declaró tras verla su decepción, porque según él no reflejaba a la India real. Poco después pudo, con esta trilogía, dejar constancia de lo que sí creía reflejaba al país. La presencia colonial era ya apenas una nota de color lejana (esa destartalada banda de música local con roídas casacas que acude con su renqueante “it’s a long way to Tipperary” a una boda) y en “Pather Panchali” centró su foco en las dos ramas de una misma familia, una adinerada, otra depauperada, rodeadas las casas de ambas de la naturaleza, con un tren que cruza, más allá de los campos de cultivo, la región.
Al final de este episodio se ve una enorme serpiente entrando a ocupar la casa recién abandonada por nuestra familia, que carga en una carreta sus escasos enseres y parte hacia la ciudad. Hay que ver la continuación en “Aparajito” (1956), otra joya.
La película se pasó ayer noche en la Filmoteca en el segundo día de proyecciones de la “Setmana del Cineclubisme” (hoy y mañana, más). Pablo Sancho, de la Federación Catalana de Cineclubs, presentó la sesión (foto) leyendo un texto en el que Isaki Lacuesta (como receptor del premio Nunes a la mejor película del año según los cineclubistas fue el seleccionador de la película) explicaba que la tuvo siempre como referente. No hay que negar que Isaki tiene buenos maestros.
Pablo Sncho, presentando la película |
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