Qué felicidad ir a un cine y que las expectativas formadas no sólo no se desvanezcan sino todo lo contrario! Me situaron a Céline Sciamma como una de las realizadoras francesas actuales con las que contar, sólo he visto de las suyas hoy esta “Retrato de una mujer en llamas” (“Portrait de la jeune fille en feu”, 2019, en el Boliche) y me apunto, también en fuego, su nombre. A ver si en el futuro no defrauda.
Me he fijado en cómo utiliza en provecho de la película la intriga, el suspense. Aunque el título en versión original resulte, seguramente, más alegórico que el español, una intriga que recorre buena parte del metraje es saber en qué momento del largo flashback principal van a sernos desveladas las razones de la pintora para haber pintado un cuadro con ese motivo, unas llamas que prenden en el vestido de una mujer.
Otras utilizaciones del suspense en el film son más clásicas: nos van incitando la curiosidad a los espectadores en todo un largo inicio del flashback, pues los personajes no hacen más que hablar de esa chica a la que la pintora deberá hacer un retrato, pero nos van retrasando el momento de verla, para que estemos realmente deseosos de comprobar con nuestros ojos cómo es esa persona de la que tanto se habla. Es más. En la escena en que aparece, no vemos aún durante bastante tiempo su cara. La cámara (cámara subjetiva: la pintora) la sigue en su carrera hacia la costa, distinguiendo solamente su nuca. Cuando por fin se gira, vemos su rostro en medio de su rubio cabello, recortado sobre las olas del mar, deslumbrante.
Me he fijado en otros mecanismos que te mantienen erguido en la butaca, notando la solidez del entramado:
En el prólogo, la maestra, haciendo de modelo, les dice a las estudiantes para pintora que miren muy bien la posición de sus manos. Ni qué decir tiene que ese será luego el primer centro de atención.
Los cambios de plano/secuencia he visto que suelen apelar a la sorpresa. Como espectador te lleva un tiempo, por ejemplo, resituarte hasta saber qué hacen esas tres mujeres desapareciendo al agacharse e irguiéndose a continuación entre matojos de hierbas de rivera. Otros denotan, de forma muy sutil, un cierto sentido del humor, casi juegos con el espectador.
Las llamas de las hogueras, de la chimenea, las que se traspasan entre esos dos cuerpos, se corresponden también con las de velas. Sí: la película de Sciamma es una película de luz de velas, pero no hay que asustarse. No se trata de un recurso de estética hueca, vacía por dentro. En ningún momento el film quiere venderse, o así me lo ha parecido, como de preciosismo visual. Diría que todo está en él calculado para evidenciar una intensa historia de amor.
De hecho, Àngel Quintana esta mañana nos desvelaba que la historia de amor que reseña la película es doble, puesto que a la que se ve siguiendo la trama hay que añadir el acto de amor que ofrece la directora a su primera actriz. Quizás lo que mejor muestra la primera es el precioso doble epílogo, sobre el que quisiera escribir un doble “Casi lloré...” para la Charca Literaria, pero a ver cómo lo hago, tratándose de las escenas finales, muy significativas, del film.
He salido bastante eufórico, comentando admirado estas y otras cosas de la película. Sólo el inoportuno sobrevuelo del helicóptero que ya va poniendo banda de sonido a nuestras veladas verspertinas me ha devuelto a la triste realidad.
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