sábado, 17 de junio de 2017

Risate di Gioia

Número cómico de Anna Magnani y Totò, a petición del respetable, en la fiesta de fin de año.
Hoy he tenido la (rara) oportunidad de ver “Risate di Gioia” (Mario Monicelli, 1960) y me ha confirmado eso de que debería rehacerse la historia del cine -al menos- italiano, para entronar definitivamente a películas como ésta. Presenta una noche de fin de año que supongo debió influir lo suyo a Berlanga para su Plácido, por ciertas escenas equivalentes y por un tono general de amargura profunda, algo resignada, bajo la capa de la más divertida comedia.
Uno de los juegos de espejos del film.
Una Anna Magnani que eclipsa a todo lo que tiene a su lado, hasta llegar a hacer que un gran Totó –que recuerda en ciertos momentos al Buster Keaton de “Candilejas”- haga casi sólo de comparsa suyo. Un Ben Gazzara desplazado, haciendo de ladrón italiano que necesita pinche, pero que consigue ser un buen espejo del deseo que cree estar ganándose la Magnani. Esos son los personajes principales de la película, pero también un pobre y bondadoso conductor de metro al que engaña toda su familia, un amercicano borracho empeñado en emular a la Anita Ekberg de “La dolce vita” en la Fontana de Trevi, y que tiene una cartera rebosante de dinero pero bien cogida por una cadena (“¡Pobre Italia!”, exclama al constatarlo el Carpanta que interpreta Totó, que me ha llegado al alma cuando ha visto el paraíso ahí msismo, y ha pedido con energía “¡Dos Fetuccini abundantes!”), o unos aristocráticos alemanes con unos guardianes empleados suyos que parecen provenir directamente de las SS.
La rifa benéfica.
Y unos diálogos como los que gasta la extra de Cinecittà, el personaje de Anna Magnani: Desesperada, le dice a un Totó –“Infortunato”- que le desbarata todos sus planes: “Hay cuatro puntos cardinales: Escoge uno y vete!”
El americano beodo, puento de mira de los ladrones de guante blanco.
Sería un magnífico ciclo para descubrir en la Filmoteca: Cine italiano –comedias, melodramas, poco vistos por aquí- de los años 50 y 60.
Infortunato cuando cree que está a punto de degustar sus fetuccine.
En casa de los alemanes, en unas escenas que hoy en día no serían posibles, por aquello de lo políticamente incorrecto.

El buenazo del conductor del metro, ofreciéndose al personaje de la Magnani en su infortunio.
Penúltima escena de la película, en una iglesia que celebra el 1 de enero.
Y final junto al Tíber.

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