Empiezo a ver "Il grido" (1957) y, como ahora he visto ya "Gente del Po", me imagino que Antonioni no debió quedar satisfecho sólo con su extraordinario documental y colocó entonces a sus personajes de ficción en las orillas del río de su ciudad natal. Porque todo el film es un viaje ida y vuelta, pero siempre junto al Po.
Ya de entre sus primeras imágenes, en el pueblo industrial vértice de la trama, las que marcan profundamente son las de los recorridos de Alida Valli y Steve Cochran, en tensión, por esas ribas altas del río, en encuadres alucinantes. Me vence, no obstante, la sensación de que ellos dos -no sé si por cómo los han vestido, o por sus orígenes- no son de ahí, no pueden vivir ahí, en esas tan limitadas condiciones.
Ha de suceder que él emprenda una huida aguas allá, cogiendo trabajos fugaces, encontrando mujeres tan inestables como él, comprándose otro improbable abrigo, pero finalmente viendo cómo también éste se le va deteriorando, para que deje de pensar en esa tontería de cómo va vestido que no me deja creer en el personaje y, entonces sí, sumarme, en medio de esas perspectivas del Po y sus canales, de los desnudos chopos junto a su dique, de las inmensidades desiertas de su valle, a esa tensión que le agobia y le hace ir de aquí para allá, como aflora la tensión social que, subterránea, ayuda a envolver y dar más sentido a esa escena que se desencadena al final, cuando descubres que todo el film presenta un carácter casi totalmente cíclico.
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