martes, 1 de julio de 2014

Volker Schlöndorf en la Filmoteca


Es Volker Schlöndorff hoy, en la Filmoteca, disponiéndose a presentar tres capítulos de sus conversaciones con Billy Wilder. La foto está esquinada y él lejos porque, habiendo tenido la enésima confusión con el nombre de la sala, creía que se hacía en la grande, y he estado haciendo tontamente tiempo antes de entrar...
La entrevista, que Schlöndorff hizo en paralelo con Hellmuth Karasek, y que también dio lugar al libro de este último que editó Grijalbo, se pasó en su día por la TV, y es, para un servidor, conjuntamente con la que montó Antonio Drove con Douglas Sirk (ahora invisible...), una auténtica lección de cine, que no debería dejar de verse en una escuela que se precie de enseñar a futuros realizadores.
En ella, Wilder, en su oficina de Los Ángeles, repasa diversos aspectos y detalles de sus películas, reflexiona sobre las necesarias cualidades de un director desde el punto de vista de un guionista ("lo importante es que sepa leer"), defiende que un guionista no debe entrar nunca, en su guión, en el papel de realizador ("sólo debe anotar si la escena es de noche o de día") y, con la ayuda de una varilla de esas que acaban en una manita, rascándose de tanto en tanto con ella la espalda, deja caer unas cuantas apreciaciones cargadas de verdad, que rozan la alta filosofía ("una mujer extremadamente guapa siempre roza el límite de la fealdad") o buena sociología ("la gente -el espectador, vaya- no quiere verdades que le hagan daño").
También hace unos retratos muy fiables de Marilyn Monroe o de Cary Cooper, de quién desvela, por cierto, su infalible técnica para el ligue.
Schlöndorff, hay que decirlo, no destacará precisamente como realizador por esta cinta, y habrá que esperar a sus otras películas de la retrospectiva que arranca ahora la Filmoteca para alabarlo en lo que vale, pero hay que agradecerle que deje a Wilder explicarse convincentemente, y que, para completar el retrato, reproduzca íntegramente el discurso que leyó en el funeral de su compañero guionista durante 25 años, I.A.L Diamond. Un discurso que honra a quién lo recibió póstumamente y a quién lo escribió, y también una lección, quizás, de ética y de saber hacer.
La sesión de hoy acababa con la mejor lección de todas. Una lección que iría bien que cundiese en tanto realizador que, groseramente, presenta todo hasta el último detalle, sin ningún pudor... y con nula eficacia. Hablando del intento de suicidio del personaje de Shirley Mc Lane en "El apartamento", Wilder sienta cátedra: siempre de espaldas a la cámara las escenas de emoción dolorosa. Off stage. Fuera de campo.

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