El día antes de la inauguración de La Casa de la Paraula. Con un estupendo olor a madera recién cepillada, y un deslumbrante espacio del que no desvelo demasiado, para mantener la sorpresa de la inauguración: salita de estar, largo y amplio pasillo que incorpora una cafetería y sala de exposición (que se estrena con cuadros de Jean-Marc Hild) y precede al grueso de las estanterías de libros y al pequeño auditorio. Ahí hoy Alfons Garrigós y Silvia Grünig han puesto en diálogo a Pier Paolo Pasolini con Ivan Illich, en el último acto de la temporada del grupo Projecte Pasolini Barcelona.
Stefano Puddu, que ha ejercido algo más que de moderador, ha hablado de dos gigantes que salían de los senderos rodados, y que se anticiparon a lo que ahora ya de forma generalizada vemos. Se ha hablado de decrecimiento, de cuestionar a un "desarrollo" que es "como un soplo que aparta a la gente de su espacio vital, que cambia la forma de vivir", de la mutación antropológica, que ha modificado hasta las caras de la gente. También de la institucionalización, que roba a las personas su capacidad de actuación, y de un palabro -la contraproductividad- que hace que, a partir de determinando nivel, las novedades del desarrollo causen el efecto contrario al esperado. Ya se sabe: venga carreteras y automóviles, por ejemplo, que llevan a la paradoja de unos tiempos en recorridos diarios mucho más largos.
Desde la mesa nos han dibujado a un Illich interesado en cuándo nacieron las palabras / conceptos que nos invaden, ya que el lenguaje no es en absoluto inocente. En ese punto nos hemos dicho que, de volver en este momento, ambos se morían ipso facto, con sólo escuchar un poco lo que se suelta continua e impunemente por aquí.
Con todo esto, y abriéndose al público, la mesa se ha ido haciendo redonda y hasta de muy buen rollo. Quizás demasiado, y todo el mundo se ha ido contagiando del tono de voz de Silvia Grünig, que había bajado continuamente la cabeza en auto reflexiones, hacia dentro, que en ocasiones se hacían difícilmente audibles por el final de la sala (nos hemos dicho que, por mucho que molestase a Illich, no habría ido mal un micrófono para ella). Y como Illich se ve que lanzaba la aseveración de que lo único que podía enderezar la cosa -cualquier cosa- era la amistad, ha sobrevolado un cierto tono místico por la sala, envalentonada y decidida a leer venga cosas de uno y otro de los pensadores confrontados. Esperemos que eso no frene los proyectos del grupo para celebrar ese año Pasolini que están planificando (aunque parece que ésta era una de las palabras que no gustaban a Illich) para el periodo noviembre 2014 - noviembre 2015. Uno de esos actos podría ser una segunda parte del acto de hoy, que no ha estado nada mal, y que merece más discusión y derivadas.
En la foto, Stefano Puddu, Silvia Grünig y Alfons Garrigós con ese increíble fondo de olivo digno de jardín japonés.
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