Supongo que a Oliver Assayas se le echarán encima por su “Après mai” desde diversos frentes. Por un lado los que le reprocharán que haya efectuado una mirada que dirán nostálgica a una época. Por otro, los que habrían querido que esa mirada tuviera una postura política clara. Por otro, los que dirán que se esperaban un lenguaje cinematográfico más alejado de lo standard…
Y, sin embargo, a mi me ha gustado mucho ir a ver “Après mai”. Sí que hay una cierta mirada nostálgica que digo yo que debería interesar a la gente de mi edad, porque pasa revista –de forma algo tópica- a todos los movimientos que, desde mayo 68, ocuparon a buena parte de la juventud occidental; pero es una mirada bastante irónica, que deja ridículos a unos personajes que caen en todos los errores que poblaron esa época que se recuerda como solamente heroica. Ahí, en ese escepticismo, y hasta en un cierto cariño hacia esos personajes y sus tonterías, veo la postura política de Assayas.
En cuanto a cine, basta recordar dos o tres escenas que dejan boquiabierto, marcando puntos importantes de la historia. En una de ellas, el socias de Oliver Assayas, del que se sigue su educación sentimental, ha preparado un pequeño altar en un árbol. La grúa eleva la cámara entre las hojas de ese mismo árbol, abriendo la imagen hacia el valle, y los espectadores creemos también elevarnos, en todos los sentidos, con ella. En otra, una pelirroja sigue el consejo recibido y va a ver en un museo holandés unos cuadros de Frans Hals, y Assayas, con muy pocos elementos, consigue hacernos tomar consciencia de que ese es un momento revelador para ella. Por el final hace su entrada la divertida parafernalia del cine, en una escena a lo “La noche americana”. Pero el protagonista parece tener claro que lo suyo irá, a continuación, hacia el cine experimental.
Recomiendo ver la película, porque es de las que pueden comportar discusión, y posturas contrapuestas. De las que hacen del cine algo vivo. Luego hablamos…
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